El futuro ya está aquí, y viene para quedarse. Vivimos en el tercer milenio, tiempo de ciencia y tecnología, en el que poco a poco nos acercamos a las fuentes de la vida y al origen del universo. Pero, ¿qué es lo que lo caracteriza, como sabemos que estamos ya en el mañana? Los escritores de CI-FI del lejano siglo XX cifraban en el XXI la nueva frontera de la humanidad, en la que la vida se alargaría casi hasta la inmortalidad, donde los viajes espaciales serían el pan nuestro de cada día y saldríamos a colonizar las estrellas. Pero bien sabemos que estamos lejos de esas metas, y que tenemos que sopesar otras variantes para definir este futuro en el que nos hallamos sumergidos. ¿Quizás Internet y todo su mundo virtual, o la globalización y la aldea global? Algo tienen que ver en este asunto, desde luego, aunque creo que el hecho clave que explica nuestra llegada al mañana es el fenómeno de los politonos.
Ya sé que ni en la más febril de las novelas de Philip K. Dick, ni en la más rocambolesca odisea espacial de Stanislav Lem se les hubiera pasado por la chaveta el agenciarse un timbre para que su teléfono móvil sonara de tal o cual manera, pero a veces la realidad más prosaica supera a la más desbocada imaginación.
Los politonos son la clave que nos indica que estamos ya en pleno siglo XXI, un uso social endémico de nuestra era y sin par en la historia del género humano. Hoy no se es nadie si no se tiene un móvil de última generación debidamente tuneado, con amplio surtido de salvapantallas, sonidos varios, mp3, cámara, agenda, etc. (bueno, también alguna tecla hay con la que se puede realizar una llamada telefónica). Pero lo que marca la diferencia, lo que nos da la pista de la idiosincrasia del usuario es el tono-politono con el que intenta singularizar su terminal.
Si bien gran parte de la gente tira de los sonidos de fábrica que vienen con el telefonino, los hay que se creen tan especiales, con una forma de ser tan decantada, que no paran hasta incorporar cualquier chuminada que ellos crean única e intransferible. Los hay que les suena un gemido si la que llama es la parienta, un ladrido si es el jefe o Paquito Chocolatero si es la suegra. Vas tranquilamente en el metro y de pronto de la mochila del universitario de enfrente empieza a salir ¡ Coge el móvil, tio moñas!, a la colombiana de alado le suena la marcha turca y a un señor de bigote al fondo le sale del sobaco lo de “Españoles, Franco ha muerto”. En plena clase de gramática indoeuropea, del silencio del que solo sobresale la monótona voz del catedrático divagando sobre desinencias del sánscrito, surgen poderosas las notas de
La casuística de esta expresión de la modernidad es tan amplia que en Repámpanos hemos decidido realizar una serie de artículos estudiando los tipos más llamativos. Si tenemos en cuenta que vivimos en el país más bizarro del sistema solar, no nos van a faltar modelos de los que hablar y sacar jugosas conclusiones sociológicas, y a la vez desenmascarar algo de la estupidez humana.
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