En el Bar Carola, escenario de los grandes banquetes líricos, donde Afrodisio ha encontrado inspiración para sus más sonados versos, hace unas noches se celebró un encuentro poético-gastronómico en el que los participantes pudieron dar rienda suelta a su gula e inspiración.
Un menú indicado para abrir la puertas a la más delicada poesía (fabada asturiana y morros a la madrileña), preñó los estómagos de la energía suficiente para que los vates compartieran sus más golosos versos.
Las redondillas de la empanadilla, de Casto Castro, lánguido cual junco mecido por la brisa, sirvieron de entrante, seguido de un austero soneto al plato de lentejas. Nacido para comer, del Parnaso orondo naranjito, Paco Pérez del Piñón, en verso rococó, plasmó en cuarenta cuartetas su amor a la zarzuela de marisco y los caracoles a la plancha. Los postreros versos de Alipio Verdín, futurista ora con la pluma ora con la cuchara, en los que explicaba como cocinar el melón relleno de panceta, receta de su invención, dejaron a los concurrentes salivando salvajemente.
Aquí salieron a flote las artes druídicas de Afrodisio –no en vano un abuelo suyo era de Betanzos- oficiando una queimada mediante los más arcanos ritos celtas. El ágape se embulló de una atmósfera irreal, salmodias ya olvidadas recorren el comedor, dioses lares despiertan de un sueño de siglos y se cobijan bajo la mesa. La diosa de la tierra y de la fertilidad estaba a punto de hacer acto de presencia atraída por la llama azulona del aguardiente, cuando entró la señorita Puri y a golpe de escobazo disolvió la reunión, harta de que esta panda de zascandiles anduviera bar adelante diciendo sandeces y espantando a la clientela.
Corridos que no vencidos se vieron nuestros poetas en la rua, buscando donde continuar su cónclave, con tan mala suerte que solo hallaron abierto un Don Bocata, que es como
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