Treintañero cuitadillo, tímido hasta la extenuación, que en su torpe empeño de llamar la atención de la camarera del bar en el que desayuna, se baja estos berridos alpinos para que crea que es un amante de los espacios abiertos, donde podrían correr por campas cuajadas de flores, en bosques de abetos secretear al oído o meter los pies en los arroyos mientras hacen manitas. Bien se ve que el repetido visionado de Heidi ha dejado maltrechas sus neuronas y cifra sus posibilidades de ayuntamiento carnal en esta cursi fantasía catódica, que él confunde con su lado sensible y femenino. Entre tanto, a la camarera la deja p´alante el frutero de la esquina, que gasta politono con la última de Mojinos Escocíos.
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