La inefable, eterna y siempre igual a si misma RENFE vuelve a estar en boca de todos, y no por su eficacia o buen servicio, sino más bien por lo contrario. El servicio de cercanías de Barcelona ha dejado de funcionar. Las obras del AVE de mal agüero dicen que son las culpables, no vayamos a pensar que la falta de previsión o la improvisación tienen que ver en el asunto.
De tal manera es que nuestra amada compañía ferroviaria se ha puesto didáctica, y los pasajeros van a aprender en carne propia la teoría de la relatividad, que en algún apartado afirma lo del alargamiento temporal: antes diez Km. pasaban en veinte minutos, ahora pasan en dos horas. Eso sin contar colas, aglomeraciones, riesgos de derrumbe y hasta el posible hundimiento de
Como encima no saben ni lo que va durar el entuerto, aconsejo a los afectados medios alternativos, pues fácil que ésto vaya para largo. Autobuses y coches ya saturan los accesos a la capital condal, así que échenle imaginación. Ponga a punto el velocípedo del abuelo o la bici de su primo y vayan a trabajar en alegre serpiente multicolor. O hagan como nuestro Señor, que entró en Jerusalén a lomos de pollino, y paseen por Barcelona en burro, noble animal tan desaprovechado hoy. Los que viven en pisos altos pueden intentar suerte con el parapente o el ala delta, eso si, solo si en su trabajo tienen buena pista de aterrizaje. El coche de San Fernando es barato, no emite gases de efecto invernadero y oxigena el organismo.
Obras son amores, pero esta vez mejor se hubieran quedado en buenas intenciones, que cuando anda por medio la traqueteante y destartalada dueña de los caminos de hierro, siempre errante, casi siempre errada, el respeto a los viajeros se les suele olvidar en algún retrete de vagón de segunda. La compañía no pita, pero los pasajeros están que trinan.
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