Según el informe PISA de educación, los adolescentes españoles saben hacer la o con un canuto, pero poco más. Suspenden en lectura, matemáticas y ciencias, al dar por debajo de la medía de la OCDE. Ahora falta por saber de quién es la culpa, si del gobierno, los padres, los alumnos o del cambio climático, que ya se sabe que con la calor no apetece hincar los codos.
Se dice que la mitad de los que mal que bien acaba la educación obligatoria son analfabetos funcionales, y tienen que exprimir sus meninges para descifrar un letrero de autobús, y no digamos ya el plano del metro. Las cuentas las hacen a la vieja usanza, con los dedos y que no pase de diez. En ciencias, visto el alto índice de embarazos no deseados, parece que todavía no dominan el complejo mecanismo del condón.
Parte del problema es del diseño poco atractivo de los materiales didácticos, cuando no el haberse quedado obsoletos. La lista de reyes godos tienen que sustituirla por la de marcas de ropa más guays, con especial detenimiento en logos, tiendas, prendas más fashion, y verían como aumentaba exponencialmente la capacidad de comprensión del alumno. La tabla periódica sustituirla por la optimización de recursos del teléfono móvil, para mejorar en los politonos más chillones, bajarse salvapantallas de tetonas o como grabar las pescuezas que le dan al cuitadillo de clase. En la hora de literatura, hacer estudios capítulo a capítulo de Rebelde way, Perdidos o Los Serrano, para que se familiaricen con los productos culturales más punteros, y dejarse de Garcilaso y Machado, que duermen hasta a las avutardas. Talleres de escritura para ejercitarse en mensajitos, o como decir la mayor cantidad de cosas con ocho letras, cuatro signos y media docena de emoticonos. Las clases de anatomía se enfocarían hacia todos aquellos puntos susceptibles de ser horadados por un piercing o tatuados con alguna escena de ritual bantusi
Con estas medidas los quinceañeros adolecerían un poco menos y acabarían siendo la generación más preparada de nuestra historia, capaz de enfrentarse a pie firme a las rebajas de un centro comercial, piratear la televisión por cable o leer las instrucciones del ipod sin que les entren sudores fríos. Y cuando entre en vigor la nueva asignatura de educación para la ciudadanía, que nadie sabe qué es pero debe ser buena si tiene a los obispos de uñas, estos chavales van a ser el orgullo de sus progenitores, pues tendremos ciudadanos concienciados, consumidores consumados y mileuristas pero sobradamente preparados.
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