Puede Afrodisio escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo, que en noches como ésta la amó en la distancia, mientras se aferraba a una copa de sol y sombra. En noches como la de hoy vio su grácil pie hoyar la misma acera que él mientras los estorninos, más bien cerca, se burlaban de su amor. Pero en esta noche única, su amada Marieta, dueña de su entendimiento, al cruzarse hizo un mohín como de haberle reconocido a él, cuyo amor le impide hasta mirarla a los ojos. Tantos días con sus noches velando su calle tienen al final su recompensa, hoy le ha visto y le ha mirado… y ha seguido su camino hasta la esquina donde, ¡oh miseria! se ha lanzado al cuello de un mancebo de pelo al cero, tatuaje en la nuca, gafas de insecto y niqui de licra del que sobresalen más músculos que de un tebeo de Rob Liefeld. Mientras estrecha el talle de Marieta, su torva mirada repara en Afrodísio, que desfallecido se ha agarrado a una farola mientras musita de otro, su boca será de otro, su dulces ojos, de otro, serán de otro. ¿Para qué vivir cuando la dueña de los latidos de su corazón ha mudado su voluntad?
En estas cuitas andaba cuando se ve levitar. Vuelve a la realidad para descubrir que el Maciste que corteja a Marieta, mosqueado por su fisgoneo, ha decidido preguntarle cortésmente qué se le ofrece mientras le agarra de la pechera. Nuestro atribulado Afrodisio, roto el corazón, en volandas y acogotado, no acierta más que a decirle Ay como quisiera ser arena, sol en estío, los versos de Salinas que tenía preparados para su primer encuentro con Marieta. Nunca sabremos si el cachas era más partidario de la poesía pura de Guillén o simplemente encontró la cita fuera de contexto, el caso es que al grito de arena no, polvo vas a ser cuando acabe contigo, le da dos series seguidas de bofetones que dejan a nuestro héroe más sonado que al Potro de Vallecas, y a renglón seguido, lo deposita sin muchos miramientos en un contenedor de basura que por allí se hallaba. Se oye la voz impaciente de Marieta, jo cari, que llego tarde a la pelu, y se pierden calle abajo mientras Afrodísio se difumina entre el mobiliario urbano.
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