Nuestro inefable Andrés Pajares a sus 68 añitos ha decidido ampliar sus horizontes profesionales. Después de comprobar en carne propia que el teatro está en crisis, y que tras cincuenta años sobre los escenarios ni cuatro gatos van a verle, ha dado un golpe de timón y se ha metido en negocios saneados de verdad. Ha entrado en un bufet de Madrid, camuflado con un bigote y una gorra, pistola falsa en una mano y espray anti violaciones en la otra dispuesto a todo, aunque no sabemos qué, si a atracar, a dar un susto a la gente que allí trabaja y que le lleva asuntos fiscales, o en uno de sus delirios se creía en la piel de Maky Navaja. El caso es que lo han trincado. Que esto de dar el golpe con pistolas de attrezzo tiene sus inconvenientes, y la gente que no se está quieta y se le echa encima, perdiendo el respeto que se le debe a todo atracador. Eso sí, antes de que la pasma se lo llevara pa lante ha repartido algo de estopa. Que ya lo decía Maky, que la cosa está mú má, cagon la ot-tia.
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