Entre las montañas de basura que asoman a diario por la televisión, apesta singularmente el último spot de Repsol. Buen rollito corporativo para abotargar mentes y tranquilizar conciencias mientras ellos siguen con su rapiña.
El anuncio, digo panfleto, es una sucesión de preciosistas imágenes que sirven para desgranar un puñado de logros de la humanidad en ciencia, cultura y otros campos, y lo rematan con una profesión de fe en el futuro, pues quien ha conseguido tales cotas de civilización no dejará que la Tierra se vaya a pique. Y al final del minuto aparece el anagrama de Repsol, como depositaría universal del bagaje espiritual del hombre y faro que nos conducirá a un futuro de felicidad.
Nadie duda de la labor civilizadora de Repsol, sino que se lo pregunten al pueblo guaraní de Bolivia, donde se han metido de hoz y coz para llevarlos a la modernidad. Repsol, herederos últimos de una corriente de genio e ingenio que ha hecho a la humanidad lo que es, de los que en su momento inventaron el pan y la sal y hoy contaminan el agua de beber. Los que construyeron catedrales y ahora destruyen bosques, los que descubrieron el fuego y ahora asolan reservas naturales, los que pintaron la maja vestida y ahora desnudan y desertifican regiones enteras. Que le pregunten a la comunidad mapuche de Argentina del poder benefactor de Repsol, que los que inventaron los abrazos y el abecedario hoy envenenan el aire y la tierra. Que le pregunten al pueblo huaorani de Ecuador, que ahora los que inventaron la ciencia y la ficción han llenado su tierra de piscinas de desechos bien reales.
Nadie más interesado y preocupado por el futuro de la Tierra y por el efecto del uso abusivo de los combustibles fósiles que las empresas petroleras, las mismas que encargan informes y compran científicos para que pongan en duda el cambio climático, las mismas que están tras la guerra de Irak o pringan las costas de los cinco continentes.
Y Repsol repartiendo buenos sentimientos tirando de talonario, tranquilizando mentes para que puedan ir a comprar el Marca a la tienda de la esquina en coche, que de eso se trata, esquilmar a los pobres para que los ricos tiremos el dinero por el retrete. Que esta pestilente corporación se aprovecha de la pobreza de los países del tercer mundo y de sus corruptos e ineptos sistemas políticos para llevarse sus materias primas al menor coste posible pasándose por el arco del triunfo las consecuencias medioambientales, y con la inestimable colaboración del patrón del Bribón, que también se lleva su pellizco.
Así que si la compañía del Brufau quiere presumir de sus actividades que no nos venda la moto y se dedique a promocionar infraseres macarrillas como el Pedrosa, que el target de su clientela son los que queman goma en polígonos industriales, porque los que inventaron Macondo están limpiando el chapapote que ha anegado su pueblo.
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