En Tailandia no está el horno pa bollos. El empalagoso primer ministro, Samak Sundaravej, ha salido escaldado de su litigio con el tribunal supremo, que le ha inhabilitado para el cargo por realizar un programa de cocina en un canal de televisión, labor claramente incompatible con sus tareas ejecutivas, que sopas y sorber no puede ser. La verdulera oposición, quien si no, ha sido la que le ha puesto como hoja de perejil, pues además de creer que al mandamás le falta un hervor, no pensaban bailarle el agua a alguien que utilizaba la cocina como tribuna en la que poner a caldo a los demás partidos que ven como se les pasa el arroz y siguen sin mojar pan en las marmitas del poder.
El caso es que la coalición del presi cocinillas tiene la sartén, o el wok, por el mango, pues goza de una mayoría parlamentaria que pasará como rodillo por masa de hojaldre y volverá en breve uno de sus miembros a desayunar en la presidencia del gobierno, aunque todavía no se sabe que cadena los retransmitirá.
En medio de todo este berenjenal al pueblo le ha dado por ir a por uvas, montar manifas y algaradas, por lo que el régimen ha declarado el estado de excepción, o sea, una dieta dura a base de tortas para todo el que saque los pies del tiesto. El ejército, encargado de llevarlo a cabo, ha dicho que le importa un pimiento y que ellos no están muy por la labor de salir a la calle a hacer el membrillo.
Como ven, a los tailandeses hay que echarles de comer a parte, y todo por un simple programa de televisión. En Venezuela en cambio no hay juez que le levante la voz a Hugo Chavez, indiscutible líder televisivo con su Aló Presidente, espacio contenedor de todas las melonadas que se le pasan por la sesera. Este comunicador bananero bolivariano corta el bacalao en vivo y en directo para disfrute de sus masas de fans que a falta de pan reciben diatribas contra el diablo yanky con las que alimentan el espíritu.
Ni que decir tiene que este tipo de cosas por aquí ni las catamos. A lo mas, allá en la prehistoria de Telecinco, cuando Gil y Gil salía en la piscina rodeado de Mamachichos y rebuznando contra los sociatas facinerosos. Pero ya nos gustaría ver a Zapatero presentando Quien sabe donde, a ver si encontraba el IPC o el Euribor, que parece que no da con ellos últimamente. Rajoy quedaría muy propio como presentador de Gran Hermano, que acostumbrado a lidiar con las fieras de su partido no le temblaría el pulso con la gañanería que se revuelca en esos programas. De lo que se tienen que cuidar es de los programas culinarios que luego pasa lo que pasa, que si en Tailandia echaron al presidente por meter los morros en fogones ajenos, aquí igual son los cocineros los que les mueven la silla a los políticos, y vemos a Argiñano de presidente o a Adriá en el Palacio de la Generalitat poniendo a los consellers a preparar espuma de sobrasada sobre pan tumaca liofilizado.
2 comentarios:
Tengo entendido que los debates culinarios sí se realizan. De hecho, su sede oficial es el Congreso, y hasta se transmiten por tv. Lo que pasa es que la gente no se entera de qué trata realmente, porque todo queda en la discusión sobre como se cocina la tortilla, y nunca llegan a encender el fogón.
En el congreso basicamente lo que predomina es el pasteleo
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