Kath Kelly, inglesita y por tanto snob, en uno de esos días en que el spleen se alía con el tintorro, apostó con sus amigos que podía vivir con una libra al día durante un año. Con tal capital debía comer, beber, vestir y divertirse, y si le daba, ir de vacaciones. Al final se libró de pagar a base de estirar las libras. Ha escrito un libro contando sus aventuras con el que ha sacado unas perras, que sumadas a todas las que ahorró durante el año que pasó a dos velas, la han convertido en tan buen partido que hasta ha encontrado novio, que no sabemos si va tras ella por su dote o por sus dotes como administradora. Como ven, el dinero no da la felicidad, pero su ausencia tampoco la garantiza.
Kath básicamente ha estado gorroneando. Iba a todos los actos con bufet a llenar el buche, en los supermercados rapiñaba sobras, muestras de regalo, vales descuento y demás. Frecuentaba todos los espectáculos gratuitos de Bristol, sacaba libros y películas de la biblioteca, donde también utilizaba internet. Viajaba en bici o en el coche de San Fernando. Dice la frugal moza que todo esto le ha enseñado a no gastar más de lo necesario y a valorar otras cosas además del maldito parné.
En España también hay una tradición que viene de antiguo en lo de vivir a salto de mata. Vean sino a Lázaro de Tormes, que iba de Adviento a Pentecostés con medio maravedí en la faltriquera. Pero ahora que somos una potencia económica, vivir barato es más fácil si cabe. No hay más que poner acento caribeño y acudir a los servicios sociales de tu ayuntamiento con el cuento de que tienes ocho churumbeles al sol, el marido a la sombra y la madre con cólico miserere y ya tienes techo y lecho por la patilla. Pero si ustedes, amables lectores, tienen otras ideas para vivir del aire, estamos abiertos a sus sugerencias.
2 comentarios:
He descubierto que las fiestas populares donde sirven comida gratis abarcan los 365 días del año: cada día un pueblo diferente celebra sus fiestas. Lo difícil es cubrir los gastos de transportación de un lugar a otro. He pedido ayuda económica a varias cadenas de televisión, a cambio de convertirme en uno de esos risibles personajes cuya lamentable existencia alucina a los espectadores, pero aún no he conseguido el apoyo que necesito para vivir de mi descubrimiento.
Buena idea, pero ya puedes tener cuidado con el colesterol.
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