-Has de saber, amigo Sancho, que en la república de las letras anda la gente muy corrida desque nuestro principal valedor, el siempre florido y nunca contenido maese Sánchez Dragó, abandonó los menesteres de la pluma por los oropeles del micrófono y se avino a lides que no son las suyas, resultando de todo ello que lo que eran juicios ponderados acerca de lo que sucedía en el Parnaso mudáronse en desvaríos de sacristán amojamado que a todos mueven a chanza. Ítem que dicen que dejó de frecuentar la compaña de chamanes para dedicarse a la cría de champiñones, vendiéndolos la su mujer a buen precio por cierto. Ítem que se distrajo del estudio del saber oriental para orientarse a la adulación de los partidarios de que la liberalidad empiece por uno mismo y que el que venga detrás que arree. Ítem que de velar armas en justas de amor se hizo lacayo de fatuos malandrines, asistiendo a los esponsales de la hija de uno de ellos en clara muestra de pleitesía.
Por todo ello, mi buen Sancho, a nadie extraña que el que antaño fuera espejo del humano saber hoy ni sombra suya aún no sea. Y si ahora a la sazón mi leal amigo el bachiller Carrasco, siempre en gran lidia con los asuntos más noticiosos, nos participa que el susodicho maese Sánchez ha bebido hasta las heces en el cáliz del desvarío, no es momento de holgarse, sino de buscar manera de que recupere la cordura, que una cosa es creerse caballero andante, tal es mi triste destino, y otra muy distinta andar dando tumbos, sea a pie o a caballo.
Y digo esto, mi leal escudero, ya que a lo que se colige el micifú de Sánchez Dragó, por mal nombre Soseki, parece haber hecho uso de todas sus vidas y ya solo le quedaba entregar la cuchara al supremo hacedor. Pero el licenciado en gramática parda, el perito en metempsicosis, martillo de escépticos y faro de siconautas, en vez de hacer frente a la mueca del destino a pie firme como corresponde a un gentilhombre de su condición, naufraga hecho un mar de llantos, hipos y pucheros. Y es triste de ver como es tan mal llevado el felino luto, pues con plañideros de la laya de Pedro J, impresor de romances de ciego de la más baja estofa, y con esquelas pergeñadas en pliegos de a real que todo el mundo toma a chacota, mal parada quedará la memoria del mentado minino, por más que su epitafio en mármol de Carrara escribiera la biliosa pluma de Jiménez Losantos.
No he de callar, Sancho amigo, por más que te empecines en quitarle hierro a semejante entuerto, y ten bien presente que el día en que tu jumento vaya a pastar con la Parca, no dejarás anidar en tu pecho congoja tal que te impida poner en práctica la vieja y sabía conseja de que el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Y a nuestro licenciado Sánchez Dragó acompañarle en tan mal paso y decirle que haga cual nuestro común amigo Lope de Vega, que estando de parecido humor escribió una Gatomaquia para consolar su ánima, también de soledad herida. Por terminar, recomendarle que ahora que su fiel y felino escudero no precisa de cascabel, bien se lo podía colocar a su compadrón Aznar, El Caballero del Triste Bigote, para que en oyéndole los demás venir podamos encomendar nuestras almas al altísimo y huir hasta la ínsula Barataria cuando menos.
6 comentarios:
¡Eres un artista, Chafardero!
No le tengas en cuenta al intelectual Dragó sus seniles desvaríos, sabes que el peloteo a la derecha más rancia es producto de su demencia senil, acentuada a base de lustros de eyacular hacia adentro. Bien sabes que toda su vida Dragó se autoproclamó anarquista, y este desvarío postrero ha de ser un supremo acto de insumisión para consigo mismo.
Qué brillante ejercicio de ingenio y qué muestra de talento!!!
Me quito el cráneo.
Daemonicus Imprimatur.
A Kunin:
Tu lo has dicho, lo de Sánchez Gagá es un problema de retención de líquidos
A daemonicus imprimatur:
Yo, como el mestro, eyaculo pa dentro, y así fertilizo mi sesera.
No sabía que Alonso Quijano, Sánchez Dragó y Aznar, eran contemporáneos, pero ahora que tú lo dices me doy cuenta que podría haberlo sospechado.
Bien se nota que no conoces la fotografía en que aparece Aznar vestido de cruzado, prueba evidente de que éste no es un personaje sino un avatar carpetovetónico, siempre vigilante ante cualquier desvío del recto proceder que se supone a cualquier español que se vista por los píes.
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