Nadie tiene muy claro si el principal partido de la leal oposición se parece más a la casa de la Troya, al patio de Monipodio o a una antigua corrala de vecinos; aunque nos inclinamos por esta última, visto el aire de entremés zarzuelero, entre castizo y cazurro, que rezuma el PP.
En el fondo de esta bronca lo que subyace es una lucha de ideas. Bueno, más bien de una idea, pero más vieja que el tebeo: la de quítate tú para ponerme yo, que los debates ideológicos en la derecha suelen hacerse a la hora de la siesta.
Hubo un tiempo en el que el único gallo de esta corrala era Don Josemari, Áshnar para los íntimos. Cumplido su periodo presidencial, quiso retirarse a Yuste como Carlos V y desde allí seguir controlando el cotarro. Dejó a un propio al cargo, un siempre servicial Rajoy, custodiado por dos perros de presa, Acebes y Zaplana, para que no se desviara de la línea recta. Pensaban ganar de calle las elecciones del 2004, pero los pérfidos moros los mandaron a la oposición. Y ahí es cuando la tropa empezó a desmandarse y a darse codazos y zancadillas. Tras la nueva derrota del 2008 Rajoy mandó a casa a los Legionarios de Cristo que le habían puesto de guardia pretoriana e intentó remozar el partido llamando a Dolores y a Soraya, que olían un poco menos a sacristía. Pero esto sulfuró a Don Josemari, que ha declarado la guerra a este Rajoy centrista y moderado, al que encima le saltan chanchullos por las cuatro esquinas.
Y ahora anda el pobre en el centro de la corrala recibiendo estopa a diestro y siniestro. Como Lamparilla, el barberillo de Lavapiés, cada vez que le preguntan por algún asunto interno responde “yo nada vi, yo nada oí”. Mientras, igual que la Mari Pepa y el Felipe de la Verbena de la Paloma, Espe Aguirre, la chulapona liberal, y Ruiz Gallardón, para muchos un submarino del PSOE, protagonizan un sainete de amor odio con profusión de abrazos y patadas en las espinillas. Los dos quieren ser líderes del partido, pero si hay que sacrificarse para que el otro no lo sea, se sacrifican.
En una balconada del primer piso se ve a los valencianos, que no están para tirar cohetes. El amigo Camps buscando las facturas de los trajes, Costas jurando por la cobertura de su Iphon que él solo viste de marca y que el de los trajes a medida es su jefe, mientras la racial Rita Barberá, de fallera mayor, no hace más que darle al abanico toda sofocada al ver a sus colegas con el culo al aire.
Sentado al sol en una esquina con el botijo a mano está Mayor Oreja, con ese gesto tan suyo que no se sabe si le duele España o las tripas, sabedor de que su momento ya ha pasado, pero vigilando por el rabillo del ojo a Basagoiti, Txikito del Ensanche, que no para de tocar el acordeón. Del segundo piso sale Rato vestido de Luis Candelas dispuesto a montar el corralito en Caja Madrid. Jaume Matas, que las mata callando, se ha hecho con un palacete en el centro de Mallorca con tantos cuartos de baño como la Presley y tropecientos felpudos a sueldo de mileurista cada uno. Tiene carita de pena al ver el manojo de pleitos que se le avecinan.
Si por el humo se sabe dónde está el fuego, por el bigote se sabe donde está Aznar, en el último piso haciendo abdominales antes de ponerse a la faena de redactar sus memorias (de título provisional Confieso que he mandado, asesorado vía guija por los espíritus de Torquemada y del caballo de Espartero). De vez en cuando echa una mirada al pobre de Rajoy que intenta poner orden en semejante desconcierto y le llama centrista, pan sin sal, filosociata, mindunguis , y es jaleado por la claque dirigida por Javier Arenas, señorito andaluz al que le gusta vestirse del pizpireto Luis Alonso para hacerse el populachero.
Ante este pandemónium en el partido destinado a dirigir el timón del estado se hace necesaria la pronta toma de decisiones que restablezcan el liderazgo y la autoridad. Es necesaria una figura de reconocido prestigio, que aporte modernidad y nuevas ideas, que revitalice el partido y lo impulse a la Moncloa. Y esta figura solo puede ser Don Manuel Fraga, la savia sin otoño de la derecha, persona de orden que vive su segunda o tercera juventud y la única que en el PP entiende los retos de la modernidad. Con Don Manuel al frente el partido dejará de oler a cocidito madrileño y emanara el recio aroma de los callos con garbanzos, se darán de lado a las viejas romanzas por las atemporales muñeiras, y a los dignatarios extranjeros se los recibirá con mil gaitas a pie de escalerilla. Este y no otro es verdadero cambio que necesita el país.
4 comentarios:
Que conste que, de todos modos, es más entretenido el lío del PP que el extraño silencio estalinista del PSOE: no se mueve una hoja. Y eso que hay unos cuantos que se están subiendo por las paredes. Venga, hombre, que reviente todo ya y que se vayan los dos al carajo.
Desde luego que dan más juego los peperos que el psoe de Zapatero, tan moñas y politicamente correctos que aburren hasta a los geranios
Una vez escuché que estaría bien que cada día gobernase un ciudadano de a pie. Tal vez sea buena idea. Cada año 365 tíos forraos. Será cosa de estudiar el tema en profundidad. Y rezar porque me toque a mí pronto.
Pues yo ya voy pidiendo la vez.
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