Si algo nos ha dejado el año que se fue es la confirmación
de Paquirrín. Ya adelantábamos hace tiempo que su figura estaba llamada a ser
uno de los paradigmas del siglo XXI. Algo lógico, vistos los mimbres: un Adán
por su elegancia, un Sancho Panza por su perfil y un Carlos V por su gota; la
combinación perfecta para triunfar.
Muchos que creían que los estirados de los hermanastros
tenían más duende que él ahora callan. No es lo mismo lo que hace Fran, vender
vicerois, que dar la réplica a Santiago Segura. No es lo mismo hacer de percha
de versace como Cayetano que codearse con primeros espadas como Jorge Javier
Vázquez. Porque Paquirrín lo mismo se bate el cobre en una isla perdida,
parándole los pies a abominaciones como Aida Nizar, que coprotagoniza un taquillazo.
Lo mismo da las campanadas con su mamá que da el campanazo al liarse con un
pivonazo.
Porque como siempre, Paquirrín marca tendencia en el amor.
Hace tiempo que dejó atrás su etapa de tetonas para buscar mujeres con más
contenido. Dejó de hurgar en los arrabales para tratar con chicas cultivadas.
Fruto de esa reflexión profunda es su relación con La Yesi, Jessica Bueno en la
pila bautismal, con la que por fin conoció el amor de verdad, aunque fugaz,
como suelen ser los grandes amores.
Antológica la portada de Hola, el BOE rosa, con el notición. Terremoto en el
planeta couché: la Yesi preñada, el Paquirrín
sienta cabeza, y la Panto que por fin iba a ser abuela. Ni los más
cotillas del lugar recuerdan tanto meneo. Todo iba a ser alegría y felicidad para esa pareja tan a
contracorriente. Pero el fatum quiso que la Yesi perdiera el ansiado churumbel.
Y después la ruptura, la soledad, la vuelta a empezar. Menos mal que le quedaba
el dinero de la exclusiva para consolarse. Toda una historia de amor en seis
meses, pero que se recordará durante años. Este es el ars amandi del nuevo
siglo, folla deprisa y deja una bonita exclusiva. Paquirrín sabe cómo vivir intensamente, y lo demás son milongas.
Pero no acaba aquí su contribución a la modernidad. Gracias
a él hemos conseguido olvidar por fin las rancias capas de Ramón García y a la
plasticosa de la Igartiburu en Nochevieja. Con Paquirrín se acerca una nueva
edad de oro del cine español en la que ocupará el vacío dejado por Fernando
Esteso, y las salas se llenarán de chonis partiéndose el chocho con sus
comedias casposas. Dará una nueva vuelta
de tuerca al concepto de reality, encerrando en la sede de alguna cofradía de
la semana santa malagueña un rebaño de pechugonas con un tercio de la legión.
Porque este hombre no ha hecho más que empezar, y por mucho que haya algún desaborío que no lo aguante, tiene un arte que no se
puede aguantar.
6 comentarios:
Sí señor, esto es el futuro y no la bioquímica molecular.
Un signo de los tiempos. Tal vez Nostradamus ya predijo el fin del mundo a manos de personajes como este y no nos habíamos enterado; pero claro, con lo críptico que es cualquiera lo pilla. A Nostradamus, digo: a este se le ve todo en la cara.
@ Paseante:
Quizás sus referencias al anticristo vayan por ese camino
Perdóneme.
Es que he estao fuera.
De mí.
Me gusta mucho el fenómeno Paquirrín.
Creo que es, aún más, feo que yo.
Sinceramente, me cae mil veces mejor que los ¿periodistas? que viven -muy bien- de él.
@ Luis C
Encantado de que vuelva a su ser.
Y sí, puestos a elegir, mejor nos quedamos con el personaje que con los fenomenales profesionales de la información que viven de él
Una cosa está clara. El que es hijo de famoso y no rasca es porque no quiere o porque tiene un ataque grave de dignidad humana, algo raro en los tiempos que nos ven decaer.
La máxima folla deprisa y deja una bonita exclusiva me parece poesía en movimiento.
Y sobre la ruptura, alguien sabe por qué acabó el amor tan pronto si iban a ser papáses y a casarse?
El motivo no sería el fallo del penalty por el que iba a casarse Paquirrín?
Ignorante me hallo ante tamaña crucial cuestión.
Himén.
@ Poyatos
yo creo que más que fallar el penalti, era el partido, que estaba amañado.
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