lunes, 5 de marzo de 2012

De cómo don Quijote rompió una lanza con el caballero del Flequillo Flojo


En llegando a este punto de la historia los cronistas no se ponen de acuerdo sobre el lance en el que se vio envuelto don Quijote con el caballero del Flequillo Flojo. Cide Hamete Benengeli guarda un escrupuloso silencio sobre el episodio, mientras que el licenciado Avellaneda se muestra muy liberal en todo tipo de detalles, aunque siempre se sospechó que estaba pagado por el vil metal de la siempre vil villa  de Valdenabo.

Sea como sea, es comúnmente aceptado que en busca de entuertos que desfacer, doncellas que socorrer o hechos de armas en los que mayor fama ganar, don Quijote juntamente Sancho Panza fueron a dar, siguiendo esos caminos que se ofrecen, al páramo donde sita es la muy noble y antigua villa de Ventorrillo, barrida noche y día por los vientos que forjan el carácter montaraz de sus gentes.

En la jornada que nos ocupa un suave céfiro acariciaba los brotes tiernos a la par que la  diáfana luz daba un lustre primaveral  al páramo. Se suele aceptar que Ventorrillo dista pocas leguas de la ínsula Barataria, de donde caballero y escudero venían tras el fugaz  paso de Sancho como gobernador. Iba don Quijote ponderando el buen juicio de su segundo al renunciar a los oropeles del poder y seguir la empinada senda, que a pesar de trabajos y  sinsabores, lleva a la gloria imperecedera. Estaba por referirle unas sabrosas razones que había leído en Tonante de Tontópolis, espejo y guía de la andante caballería, cuando en una vuelta del camino toparon con otro de su mismo gremio, que acompañado de su escudero el paso les cerraba.

El adalid que a la sazón allí se hallaba, pertrechado como para ir a las cruzadas y correr él solo al infiel, estas razones les fue a dar:

-Sepan  que están entrando en un lugar de cuyo nombre todos guardan memoria por ser bien amado de los dioses desde antiguo. En esta villa  se rinde culto al hermano aire que vaga de un confín a otro de la tierra, y todo el que por él pasare tributo ha de rendirle -dijo el caballero, con una armadura que  había visto muchas guerras y treguas, ajada y llena de remaches, rematada por una  abollada celada que le bailaba sobre la cabeza, donde se veía un pequeño molino con sus aspas girando.

-Es de bien nacidos antes de plantear cualquier pleito dar noticia de su persona -respondió don Quijote, al que aquel desconocido no le resultaba del todo extraño -para saber si tiene la honra e hidalguía necesaria para ser su par y lidiar en el campo del honor.

-Yo soy Tirso Terco, el Caballero del Flequillo Flojo, paladín de Ventorrillo, defensor de los eólicos misterios y fiel enamorado de mi señora, Brisilda de la Solana, por quien bebo los vientos. A mi diestra mi fiel escudero, Marco Parco, que si yo cayese en combate, heredará mi escudo y armas, y mientras carga con ellas.

-Pues a mi siniestra tengo a Sancho Panza, que poco ha dejó el gobierno de una ínsula por ser testigo de los hechos gloriosos a los que estoy llamado, pues no soy otro que don Quijote de la Mancha, que ha consagrado su vida a la defensa sin descanso de Dulcinea del Toboso. Y si vos no reconocéis en el acto que mi dama es entre todas la más principal, aquí mismo se os va a caer el flequillo.

-No me asustan vuestras bravuconerías, y habéis de saber que hacía tiempo que os andaba buscando. En el pasado estío unas fiebres tercianas me impidieron batirme con vos en las playas de Castellón, pero quiere la providencia que hoy se cruce en mi camino para pagar la afrenta que hizo a los misterios eólicos.

-Voto a bríos si sé que misterios son ésos, pero sí puedo deciros que en ningún libro de caballerías he encontrado caballero como vos, con un molino de viento en la cabeza, cual aventado.

-Pues yo os he de sacar de vuestra ignorancia, que lo que corona mi frente es mi profesión de fe, que como fiel seguidor de la logia de Eolo, este molino es el símbolo de nuestra creencia, símbolo al que vosotros osasteis atacar.

-Pero que dice, mentecato, cuándo he perdido yo un instante siquiera con vulgares molinos.

-No escurráis el bulto ahora, que escrito está como os abalanzasteis como un poseso contra unos molinos que peinando estaban el aire, profanándolos con vuestra arrogancia.

-Mi señor -terció Sancho Panza -el caballero del Molinillo Flojo quizás se refiera a los que  por artes de encantamiento su merced creyó gigantes, y que tan mal parado le dejaron.

-Más respeto, gañán, para con mi señor y para con nuestra fe -le espetó Marco Parco - si no quieres que te ponga el rucio por sombrero.

-Así que vos servís a esos malhadados gigantes, que cuando vieron que pintaban bastos, porque yo no aflojaba en mi porfía, se convirtieron en molinos.

-Yo solo vengo a haceros pagar la afrenta hecha a los molinos, sagrado objeto de veneración para la secta de Eolo, y de paso, para que reconozcáis que mi dama Brisilda es la más galana del orbe entero, y que un ay suyo vale más que todos los suspiros de vuestra Dulcinea.

-Abrase visto tanta necedad junta. Comparar a la flor primera, a la dama por la cual sale el sol todas las mañanas, con esa otra vuestra, que vive en mitad de ninguna parte entre gente que tiene molinos por seseras. ¡Que me aspen si tolero semejante afrenta!

-Pues no veo otra que medirnos en el campo del honor, y que las armas hablen por nosotros.

-Sea pues, y preparaos a morder el polvo.
(Continuará)



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy aireado todo. Espero con impaciencia la continuación de este simpar encuentro, del que no dudo darán fe los siglos venideros.

Luis Cóngrio dijo...

Dicen que en las ciudades ventosas se da un mayor número de suicidios.
No le arriendo la ganancia a un alma sensible como Alonso Quijano si permanece demasiado tiempo en Ventorrillo, sin necesidad de que el Caballero del Flequillo Flojo le haga morder el polvo en el campo del honor; lugar que no ubico por la zona. La virtud del honor no abunda entre la montaraz gente de la aireada villa.
Aguardo impaciente; y deseo que no rematen aquí las gloriosas fazañas del jinete de Rocinante. Confío en que el prosaico Sancho, una vez más, deshaga el entuerto.

Chafardero dijo...

@ Paseante:
Desde luego, van a tener que echar mano a los anales para dirimir el asunto.

Chafardero dijo...

@ Luis C:
Sancho es el más lúcido de los cuatro, pero los aires de Ventorrillo son muy peligrosos.