Lejos quedan los tiempos en que los vampiros malvivían en húmedos castillos de los Cárpatos, entre campesinos que olían a ajo y gentes aterradas
por cuatro leyendas. Hoy en día estos entrañables chupócteros marcan tendencia y
son muchos los que mueren por un mordisco suyo. Entre la nueva hornada de
adictos a la hemoglobina brilla con luz propia Vampy Li, la diseñadora de moda entre los no muertos.
Aunque nacida a la sombra de la ciudad prohibida, su sed
de sangre y aventuras pronto la llevó lejos de Pekín. Después de catar los grupos sanguíneos de varios países acabó instalándose en Tokio, la ciudad más pop de la galaxia. Como en las comedietas de shojo manga, su paso por el
instituto fue un momento muy importante para Vampy Li. Mordiscos a diestro y
siniestro entre alumnos y profesorado, cadáveres secos en las
taquillas y otros sucesos poco edificantes hicieron correr ríos, y no solo de tinta.
Dejada atrás su loca juventud decidió sentar cabeza y abrir una boutique vampírica en pleno corazón de Shibuya, donde a día de hoy acude lo más granado del gremio a renovar su vestuario. Cree que los vampiros, además de los dientes, tienen que enseñar todos sus atractivos, y
que el momento de apoderarse del líquido vital tiene que ser,
como dice Enrique Iglesias, una experiencia religiosa. Cuenta la leyenda que en
sus probadores han pasado más humanos a servidores del
inframundo que en toda la saga de Crepúsculo junta.
Vampy Li, tan fatal como fashion, espera siempre con los
brazos, y la boca, abiertos a cualquier cliente ansioso por disfrutar de sus
nuevos modelitos, como este coqueto corpiño en cuero que de realza la
línea del cuello, por si hubiera menester
examinarla más de cerca. A destacar la
imaginativa pamela, ideal para fiestas nocturnas o visitas al banco de sangre.
Si quieren ser siniestros pero con estilo, Vampy Li es su chica. Entréguense
a ella y disfrutarán
de una eternidad pop.
2 comentarios:
Menudo peligro tiene la Vampy esta. Además del gancho particular de la fisonomía asiática, con ese aire de niñas permanentes que atraen tanto como rechazan: da la impresión de que estás cometiendo un delito con una menor.
Con Vampy, una vez que te clave los colmillos, se te pasa el complejo de culpa
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