Sí que había algo raro en ese club. A pesar de que Javier de
entrenador solo tenía el carnet, veía cosas que no se daban en otros sitios.
Bajo la excusa de apoyo sicológico, tanto Edgardo como sus acólitos celebraban
largas reuniones con los chicos en el vestuario a las que le estaba prohibido
asistir. Así mismo, antes de cada partido también se reunían con el fin de
concienciarles, decía el presi con esa mirada inmóvil y su verbo lento, usted
encárguese del aspecto técnico, yo haré que estas almas juveniles galvanicen
todas sus potencialidades para que en el campo sean ayudados por nuestro señor
en la sagrada misión que tienen encomendada: darlo todo y más por los colores
del club. Javier se sentía cuestionado por los entremetimientos de Edgardo, que
se agravaba por la falta de empatía con los jugadores. Pero el hecho
incontestable es que estaban realizando una temporada perfecta, ganando todo y
goleando a todo el que se pusiera por medio. Los chicos salían al campo como si
llevaran semanas con hambre de balón, enchufados desde el minuto uno que
parecía el último partido de su vida. Hasta su entrenador se sorprendía de la
conjunción que había entre ellos, la decisión con la que atacaban, la rabia
airada con la que defendían, cómo iban al choque sin importarles dejar la
pierna o la cabeza en el encontronazo, la forma en que disputaban con uñas y
dientes hasta el último balón. Este ímpetu era sin duda fruto de los sermones
secretos que el presi impartía antes del partido, sumado a la vida monacal que
llevaban y a su obsesión por el fútbol. Pero, además, el entrenador observaba
cómo la pericia de sus jugadores iba en aumento. Si al principio no había más
que dos o tres jugadores un poco finos, poco a poco hasta los más brutos y
leñeros fueron puliéndose, acariciando el cuero en vez de cocearlo, tocando y
tocando con más criterio. Y eso extrañaba demasiado a Javier, que alguna vez
pegó la oreja a la puerta del vestuario en el trascurso de esas reuniones y
solo captó un murmullo como de rezos que le dejó perplejo. Que estos tipos la
van a liar parda Javier, que les tienen sorbido el seso a los chavales y esto no va a acabar bien, ya verás,
sentenciaba Tino con más razón de la que se imaginaba.
Javier temía que el equipo no pudiera mantener la misma
intensidad de juego durante toda la temporada, pero acabaron más acelerados de
lo que empezaron, cediendo sólo dos empates, algo nunca visto antes, como se
vanagloriaba Edgardo que siempre andaba manejando encuestas de toda laya. Con
este caudal humano vamos a llenar de buen juego todos los campos de todas las
divisiones. El noble deporte del balón cuenta por fin con dignos ejecutantes
que respetan el fondo sagrado que se halla tras cada enfrentamiento
futbolístico. La entrega en la lid de nuestros chicos alumbra el nacimiento de
una nueva era. Tales digresiones del presi sumían en la perplejidad a su
entrenador que no comprendía esas chácharas megalómanas ni las llamadas a
salvar el mundo y la civilización a base de patadas, pero reconocía que para convencer
a los jugadores de que se dejaran la piel y casi el alma en el campo eran más
que efectivas.
Un día al salir del entrenamiento vio como a Chache se le
caía de la bolsa un pin. Cuando fue a recogerlo para devolvérselo se dio cuenta
que era un balón dorado como los que llevaban los de la junta, pero en la parte
inferior se leía la leyenda “PRIBADO
Perfecto Guardameta del Rito Rioplatense”. Javier se quedó extrañado, pero las
preguntas sobre lo que significaba recibieron una nerviosa callada. Días después
Seisdedos le confirmó que él también había encontrado de esas insignias cuando
limpiaba las instalaciones con tonterías que no sé qué decían.
Los medios informativos regionales echaron mano del socorrido
adjetivo de histórica para referirse a la campaña del Injerto, recién ascendido
a Segunda B. Para la nueva división comenzaron las obras de mejora y ampliación
del campo, que ya se abarrotaba todos los domingos con unos seguidores que
tenían que pellizcarse las carnes por creer que estaban soñando. Todo esto
coincidió con la extraña muerte de Tino. Apareció una mañana en el centro del
campo, tirado boca arriba con la lengua fuera. La autopsia reveló que había
recibido un fuerte impacto con un objeto esférico en el abdomen a consecuencia
del cual sufrió una rotura de órganos internos y fuertes hemorragias. Parecía
como si le hubieran propinado un balonazo a una velocidad descomunal, pues
hasta en su piel se veían las costuras del cuero, pero no se encontró nada ni a
nadie que viera u oyera algo, por lo que el caso pasó a engrosar la lista de
misterios sin resolver. En el club, aparte de Javier, nadie pareció apenarse
mucho por su pérdida, y hasta algún comentario como él se lo buscó o no se
puede dar la espalda a la verdad lo pusieron en guardia. Saltaron todas las
alarmas en mi interior. Jugadores fanatizados, reuniones semi clandestinas,
extrañas lealtades, esa imparable ascensión hasta lo más alto de la tabla que
hasta a mi mismo me costaba creer, y ahora la muerte de Tino en algo que
parecía un macabro ajusticiamiento deportivo. A pesar del éxito tomé la
decisión de dimitir antes de que fuera demasiado tarde.
4 comentarios:
Esta segunda parte es genial. Un buen estilo. Te felicito.
Bueno, esto se está poniendo espeluznante y magnífico al mismo tiempo. Lo siento por el entrenador, eso sí. Pero este tono de logia oculta es de lo más intrigante.
Venga, quiero otra ración.
@ Zervio
muchas gracias, pero esto no ha hecho mas que empezar
@ Paseante
ya se sabe que cuando algo no funciona en un equipo echan al entrenador. Aquí el pobre no tiene culpa de nada... todavía.
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