-Un juego, sólo un juego -respondió Javier a la pregunta de
qué significaba para él el fútbol mientras bebía nervioso en la comida en la
que pensaba presentarle su dimisión al presidente.
-Querido amigo, el fútbol es mucho más que eso, -respondió
quedo Edgardo mientras colocaba meticulosamente la servilleta sobre sus rodillas-
Es una metáfora de la realidad. Aún más, es la realidad misma. La luz y la
sombra, el cielo y la tierra, el bien y el mal, todo está dominado por
dualidades en continua pugna. De esta tensión entre polos que se repelen surge
nuestro mundo. El fútbol es la representación humana de un secreto esencial. El
hombre ha nacido para luchar, para tomar partido, enfrentarse a su contrario
para en ese sublime rito hacerse uno con lo creado. En el fútbol se pugna por
el balón, la esfera, el polígono perfecto, la figura de las infinitas aristas,
representación del universo entero. Para los que sabemos leer correctamente
este juego, se trata de la lucha por el dominio del universo. ¿No cree usted lo
mismo, amigo Javier?
-Creo que está dando demasiada trascendencia a algo que no va
más allá de un entretenimiento o de un negocio.
-¿Nunca se ha parado a pensar qué es lo que mueve a millones
de personas de distintos ámbitos culturales y sociales a seguir este juego,
como usted lo llama, de una manera tan apasionada? Cuando alguien contempla un
partido, cuando alguien eufórico grita gol, se activa en su cerebro la misma
zona que cuando tiene una experiencia sexual. El fútbol nos pone en contacto
con nuestros deseos más íntimos y primarios, y esto es así porque desde tiempo
inmemorial el hombre ha rendido tributo al balón, sumo tótem de todas las
civilizaciones. Desde nuestros ancestros en las cavernas que jugaban con bolas
de pieles, los egipcios, adoradores de Ra, el sol, el sumo balón dorado, hasta
los romanos y griegos con sus vejigas infladas y su multitud de juegos. También
los mayas y su sagrado juego de la pelota, el calccio medieval, o lo que
podemos ver hoy en día ya despojado de todos sus ropajes místicos, en todas las
épocas encontramos testimonios de estos ritos que para ojos no iniciados pasan
por meros pasatiempos pero que en verdad le digo que han sido piedra de clave
en la mayor parte de las culturas.
-¿Quiere decir que el juego de la pelota es una religión? -preguntó Javier que ya se estaba dejando
llevar por el discurso solemne de Valdegodos, que más que en la mesa de un
restaurante parecía que estaba en un púlpito.
-Así es, mi apreciado entrenador. Aunque ya perdida su
memoria en la noche de los tiempos, hubo una época en el que el juego de la
pelota era una teogonía, el rito en el que los dioses daban forma a la
creación, en el que enseñaban al hombre los preceptos sagrados, se aprendían
las leyes que regían la comunidad, se afirmaba su personalidad y poder frente a
los otros. La pelota es la representación perfecta de la vida, y el que conozca
sus secretos tendrá la vida en sus manos. Y aunque hace ya mucho que el culto
al balón divino ha sido borrado de la memoria de los hombres, todavía quedamos algunos
que custodiamos sus sagrados misterios.
-Nunca fue mi fuerte la historia, pero lo que dice no me
suena de nada.
-Normal, pues éste es un saber que solo ha sobrevivido en
ciertos círculos muy restringidos. Dese cuenta de que estoy hablando de hace más
de veinte siglos. Con la llegada del cristianismo y el resto de religiones
modernas el antiguo culto al balón dorado fue perseguido y eliminado, purgando
cualquier documento que vagamente pudiera mencionarlo. Habrá observado la
insignia que llevamos los miembros de la junta directiva y algunos jugadores.
El balón con la palabra PRIBADO. Ellas significan el Priorato del Balón Dorado,
antiquísima orden encargada de custodiar el saber místico que se encierra tras
el divino arte de jugar al futbol.
-¿Es una secta? ¿Un club privado?
-Por favor, no sea vulgar. Una secta es una reunión de lerdos
engatusados por algún espabilado, o pantomimas seudofilosóficas como
acostumbran los zoquetes de los masones. Nosotros estamos en la guardia y
custodia de la única verdad mística que subyace tras el andamiaje del que se
recubren todas las religiones pero cuyo sentido último nunca han poseído.
Tenemos el poder de dominar a los hombres y que vuelvan a religarse con la
matriz divina de la que surge toda vida. ¿Cómo cree si no que con una plantilla
de aldeanos hemos ganado de calle toda la liga, y vamos a seguir ganando? Gracias
a la secreta música de las esferas, descubierta por un tal Pitágoras, un
centrocampista griego cuyos pases siempre tenían una geométrica precisión. Con
el dominio de los arcanos de la esfera alimentamos nuestro equipo para que gane
partidos y títulos, y además cambie la historia misma del mundo.
-¿Pero cómo se puede cambiar el mundo dando patadas a un
balón?
-Eso no es todavía de su incumbencia, pero en verdad le digo
que no fue casual su elección como entrenador, pues los miembros del Priorato
preferimos un discreto segundo plano. En usted hemos depositado muchas
esperanzas y hasta ahora no nos ha defraudado. Pero ha llegado la hora de
comprometerse en serio con la causa, que conozca nuestra fe y sea uno de
nosotros en busca del nuevo día que se avecina en el que los dioses de la
antigüedad volverán a gobernar la tierra. Por eso es necesario que ingrese
usted en nuestra orden, para que pueda cumplir su destino.
-Pero yo justamente estaba pensando en retirarme. La segunda
división me viene grande y no estoy preparado.
-Está usted preparado de sobra. Sepa que a estas alturas le
va a resultar muy difícil dejar la nave sin consecuencias. El señor Tino
también dudó para entrar en nuestra cofradía…
2 comentarios:
Uf. A estas alturas ya parece claro que nos estamos metiendo en una secta en plan Templarios, o algo así.
Pero bueno, los Templarios dieron para bastante literatura, así que estos siervos del balón divino igual nos sorprenden con algún hecho apocalíptico. Intrigado estoy.
Los templarios eran unos advenedizos en comparación. La logia del balón dorado ya era antiquísima cuando los cruzados tomaron Jerusalén.
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