lunes, 21 de mayo de 2012

La fe esférica (2-0)

pribado priorato balon dorado


-Un juego, sólo un juego -respondió Javier a la pregunta de qué significaba para él el fútbol mientras bebía nervioso en la comida en la que pensaba presentarle su dimisión al presidente.
-Querido amigo, el fútbol es mucho más que eso, -respondió quedo Edgardo mientras colocaba meticulosamente la servilleta sobre sus rodillas- Es una metáfora de la realidad. Aún más, es la realidad misma. La luz y la sombra, el cielo y la tierra, el bien y el mal, todo está dominado por dualidades en continua pugna. De esta tensión entre polos que se repelen surge nuestro mundo. El fútbol es la representación humana de un secreto esencial. El hombre ha nacido para luchar, para tomar partido, enfrentarse a su contrario para en ese sublime rito hacerse uno con lo creado. En el fútbol se pugna por el balón, la esfera, el polígono perfecto, la figura de las infinitas aristas, representación del universo entero. Para los que sabemos leer correctamente este juego, se trata de la lucha por el dominio del universo. ¿No cree usted lo mismo, amigo Javier?
-Creo que está dando demasiada trascendencia a algo que no va más allá de un entretenimiento o de un negocio.
-¿Nunca se ha parado a pensar qué es lo que mueve a millones de personas de distintos ámbitos culturales y sociales a seguir este juego, como usted lo llama, de una manera tan apasionada? Cuando alguien contempla un partido, cuando alguien eufórico grita gol, se activa en su cerebro la misma zona que cuando tiene una experiencia sexual. El fútbol nos pone en contacto con nuestros deseos más íntimos y primarios, y esto es así porque desde tiempo inmemorial el hombre ha rendido tributo al balón, sumo tótem de todas las civilizaciones. Desde nuestros ancestros en las cavernas que jugaban con bolas de pieles, los egipcios, adoradores de Ra, el sol, el sumo balón dorado, hasta los romanos y griegos con sus vejigas infladas y su multitud de juegos. También los mayas y su sagrado juego de la pelota, el calccio medieval, o lo que podemos ver hoy en día ya despojado de todos sus ropajes místicos, en todas las épocas encontramos testimonios de estos ritos que para ojos no iniciados pasan por meros pasatiempos pero que en verdad le digo que han sido piedra de clave en la mayor parte de las culturas.
-¿Quiere decir que el juego de la pelota es una religión?  -preguntó Javier que ya se estaba dejando llevar por el discurso solemne de Valdegodos, que más que en la mesa de un restaurante parecía que estaba en un púlpito.
-Así es, mi apreciado entrenador. Aunque ya perdida su memoria en la noche de los tiempos, hubo una época en el que el juego de la pelota era una teogonía, el rito en el que los dioses daban forma a la creación, en el que enseñaban al hombre los preceptos sagrados, se aprendían las leyes que regían la comunidad, se afirmaba su personalidad y poder frente a los otros. La pelota es la representación perfecta de la vida, y el que conozca sus secretos tendrá la vida en sus manos. Y aunque hace ya mucho que el culto al balón divino ha sido borrado de la memoria de los hombres, todavía quedamos algunos que custodiamos sus sagrados misterios.
-Nunca fue mi fuerte la historia, pero lo que dice no me suena de nada.
-Normal, pues éste es un saber que solo ha sobrevivido en ciertos círculos muy restringidos. Dese cuenta de que estoy hablando de hace más de veinte siglos. Con la llegada del cristianismo y el resto de religiones modernas el antiguo culto al balón dorado fue perseguido y eliminado, purgando cualquier documento que vagamente pudiera mencionarlo. Habrá observado la insignia que llevamos los miembros de la junta directiva y algunos jugadores. El balón con la palabra PRIBADO. Ellas significan el Priorato del Balón Dorado, antiquísima orden encargada de custodiar el saber místico que se encierra tras el divino arte de jugar al futbol.
-¿Es una secta? ¿Un club privado?
-Por favor, no sea vulgar. Una secta es una reunión de lerdos engatusados por algún espabilado, o pantomimas seudofilosóficas como acostumbran los zoquetes de los masones. Nosotros estamos en la guardia y custodia de la única verdad mística que subyace tras el andamiaje del que se recubren todas las religiones pero cuyo sentido último nunca han poseído. Tenemos el poder de dominar a los hombres y que vuelvan a religarse con la matriz divina de la que surge toda vida. ¿Cómo cree si no que con una plantilla de aldeanos hemos ganado de calle toda la liga, y vamos a seguir ganando? Gracias a la secreta música de las esferas, descubierta por un tal Pitágoras, un centrocampista griego cuyos pases siempre tenían una geométrica precisión. Con el dominio de los arcanos de la esfera alimentamos nuestro equipo para que gane partidos y títulos, y además cambie la historia misma del mundo.
-¿Pero cómo se puede cambiar el mundo dando patadas a un balón?
-Eso no es todavía de su incumbencia, pero en verdad le digo que no fue casual su elección como entrenador, pues los miembros del Priorato preferimos un discreto segundo plano. En usted hemos depositado muchas esperanzas y hasta ahora no nos ha defraudado. Pero ha llegado la hora de comprometerse en serio con la causa, que conozca nuestra fe y sea uno de nosotros en busca del nuevo día que se avecina en el que los dioses de la antigüedad volverán a gobernar la tierra. Por eso es necesario que ingrese usted en nuestra orden, para que pueda cumplir su destino.
-Pero yo justamente estaba pensando en retirarme. La segunda división me viene grande y no estoy preparado.
-Está usted preparado de sobra. Sepa que a estas alturas le va a resultar muy difícil dejar la nave sin consecuencias. El señor Tino también dudó para entrar en nuestra cofradía…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uf. A estas alturas ya parece claro que nos estamos metiendo en una secta en plan Templarios, o algo así.
Pero bueno, los Templarios dieron para bastante literatura, así que estos siervos del balón divino igual nos sorprenden con algún hecho apocalíptico. Intrigado estoy.

Chafardero dijo...

Los templarios eran unos advenedizos en comparación. La logia del balón dorado ya era antiquísima cuando los cruzados tomaron Jerusalén.