Como aquél que de pronto se da cuenta de que toda su vida ha
estado viviendo en un túnel, así percibí yo la revelación de Edgardo. Gracias a él estaba saliendo de la
oscuridad al radiante sol de la única verdad. Toda la confusa historia del
nuevo testamento aparecía clara y diáfana ante mí. Ahora entendía la
importancia del equipo que rodeaba a Jesús, el por qué era tan peligroso para
los romanos y por qué borraron de la historia su verdadera obra para
convertirla en una religión de gente sumisa y temerosa. Su verdadero mensaje
era muy otro: el hacer que hombres y mujeres miraran cara a cara a sus
problemas y que tomaran las riendas de su vida, que lucharan por lo que deseaban.
He aquí la única verdad: tú y los tuyos contra el mundo, imponiéndote al
contrario, al que te niega, y afirmándote como ser humano ante tus pares. Este
era el gran misterio que se me había permitido conocer y él iba a ser el que
diera sentido en lo sucesivo a mi vida.
Mi ingreso en el círculo interno del Priorato supuso un
acicate para afrontar la temporada en Segunda A. Reforzada por mí la vertiente
táctica, los jugadores seguían conjurados para vaciarse en cada partido como si
de ello dependiera el equilibrio mismo del cosmos. Algún equipo de primera les
había tentado con suculentas ofertas que ninguno atendió. Los plumillas
deportivos, esa subespecie de las aves carroñeras, empezaron a merodear a
nuestro alrededor intentando descubrir nuestro secreto, pero les dimos esquinazo.
Nuestra campaña en la división de plata fue un paseo militar.
Humillamos a equipos veteranos de la categoría, goleamos a otros que habían
estado en primera y los de medio pelo recibieron también su correctivo. De día
en día aumentaban nuestros seguidores, vendiendo miles de camisetas negras y
amarillas con el nombre de sus ídolos a la espalda: Cheche donde pongo el ojo
pongo el balón, Chache la muralla humana, y sobre todo Chochete, pichichi de la
categoría con tantos imposibles que ya estaban en todas las antologías de
internet de los mejores goles de la historia. La inclinación del pueblo de
apoyar al débil hacía de ellos los preferidos de la gente, que en masa
reconocían que después de su equipo de toda la vida eran del Injerto F.C.,
ejemplo de cómo un grupo de gente normal con entrega y disciplina puede
conseguir lo que quiera. Y nosotros a lo nuestro como si nada nos fuera en
ello, goleando en casa y a domicilio y vuelta a entrenar para machacar al
siguiente. Solamente hicimos el paripé en la copa, competición que no era la
nuestra, dejándonos ganar a la primera de cambio para centrarnos en la liga.
Y llegó lo nunca visto, un equipo que desde tercera división
alcanza la primera de manera fulminante. Teníamos a la afición a nuestros pies
y ardiendo de ganas de ver al equipo revelación del siglo enfrentarse a los
grandes.
2 comentarios:
Ahora sí que viene lo bueno: a ver cómo sobrellevan su natural genio futbolero con los tejemanejes de los equipos grandes para hundirlos.
¿O esto es el comienzo de un nuevo orden futbolero mundial?
@ Rick
Así es, un nuevo orden está llegando, en donde los arrogantes Barça o Madrid morderán el polvo, o mejor dicho el pasto.
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