El acontecimiento se celebró en PRIBADO con una solemne
ceremonia en la que se rememoró a todos los grandes comendadores que lo habían
sido de la orden, que desde aquel partido fundacional en tierra santa habían mantenido viva la sagrada llama de la
religión esférica y que ahora veían cómo la profecía de que llegaría el día en
que la única y antigua verdad volvería a reinar entre todas las naciones de la
tierra estaba a punto de cumplirse. Valdegodos llamó a todos los estamentos de
la orden a dar hasta la última gota de su sangre si fuera preciso por el
triunfo de la causa.
Acabado el cónclave y mientras los demás se entregaban a la
música y el vino, Javier y Edgardo se reunieron en una estancia aparte. En una
mesa ricamente labrada y bajo un estandarte de la orden comenzó su monodia
Edgardo.
-Ha de saber, querido Javier, que el plan maestro que desde
hace siglos llevamos preparando está saliendo tal como estaba escrito. El
ascenso a primera es un paso más en la imparable vuelta de la antigua fe esférica.
-Estoy preparado para ese gran día. Hágase en la tierra la
voluntad del Supremo Seleccionador.
-Hoy le voy a hacer entrega del secreto último que alimenta
nuestra fe, la sublime fuerza que el Todopoderoso ha depositado en nuestras
manos para cumplir su voluntad y que a usted le voy a confiar porque será pieza
clave en el plan divino.
-Solo soy un humilde entrenador pero no dudaré en realizar
aquello que el Altísimo tenga a bien.
-No esperaba menos de usted. Ha de saber que nuestros
jugadores, aparte de la entrega y la disciplina, están animados en su tarea por
un soplo divino- dijo mientras bajaba el tono y continuaba con la exaltada
dulzura propia de la experiencia mística, su peinado inmóvil exudando gomina de
la emoción-. Nosotros, nuestra orden, somos los depositarios desde siempre del
sagrado objeto de poder que abre todas las voluntades, el llamado vulgarmente
santo grial por esas sectas de pacotilla, rosacruces, masones, templarios, que
algo barruntaban sobre el asunto pero que nunca llegaron a sospechar su verdadera naturaleza. Este
objeto es el Sagrado Silbo, el pito que el arcángel Gabriel entregó a María
para que lo usara el árbitro del decisivo encuentro entre hebreos y romanos.
Sin que el trencilla fuese consciente de ello, este don divino pitaba
indefectiblemente a favor de la escuadra de Jesús, lo que junto a la santa
inspiración de su capitán hizo que lograra la victoria. Pero el pérfido Judas
desveló el secreto del silbato a Pilatos, que inmediatamente apresó al árbitro,
al que no le pudo encontrar nada. Cucufato, juez de línea y adicto en secreto a
la causa hebrea, se hizo con él y, por expreso deseo de Jesús, se encargó de
ponerlo a salvo. Se hizo pasar por mercader de uvas pasas para salir de
Jerusalén, subió hasta Tiro y allí embarcó en la primera galera que encontró,
que casualmente iba a Hispania. A la altura de Sicilia una gran tormenta azotó
durante tres días y tres noches la embarcación. En mitad del temporal Cucufato
recibió la visita del arcángel san Rafael, que le ordenó que para custodiar el
Silbato Sagrado debería crear una orden.
Su principal cometido sería mantener alejado de manos impías este regalo divino
y utilizarlo solo para ayudar a los justos. Desembarcó en la península con la
intención de perderse entre sus gentes como mejor manera de esconderse de los
agentes imperiales que estaban fatigando toda la geografía en su busca. Si bien
su intención era volver lo antes posible a Palestina en cuanto aflojara la
presión romana, al final acabó instalándose en los alrededores de Toledo, visto
que los acontecimientos de tierra santa no hacían más que empeorar, pues
Pilatos y sus esbirros, enterados del poder del pito, mataron y saquearon por
todo el país.
Si no conseguían hacerse con él, al menos tenían que borrar
su memoria de las gentes para que nadie osara a poner en entredicho el poder
del César. Ya que el recuerdo de Jesús estaba aún muy vivo en la memoria de la
plebe, así como la ayuda divina de la que dispuso en el decisivo partido,
Pilatos recurrió a los servicios de un tal Pablo de Tarso, antiguo espía y
recaudador de impuestos partidario de los romanos. Pablo, de febril
imaginación, enemigo declarado del fútbol y del deporte en general y lleno de
rencor hacia sus compatriotas por la barbarie en la que a su juicio vivían,
inició una campaña de desprestigio del juego sagrado, además de cambiar la
figura de Jesús por la de una especie de profeta-hijo de Dios con la que
neutralizar a las masas de hinchas que coreaban su nombre en todos los
partidos. Creó una satánica ensalada a base de creencias zoroástricas, leyes
mosaicas, ritos paganos y metafísica griega de andar por casa para desmovilizar
a la plebe y que dejaran de ser un peligro político para el imperio. Con el
tiempo los Padres de la Iglesia aumentaron la impostura hasta que todo quedó
irreconocible, una religión al servicio del poder que tenía una masa de fieles
bien alejados de cualquier estadio. Aunque se acabó por prohibir cualquier
espectáculo deportivo, nunca se dejó de investigar por parte de las autoridades
imperiales y luego por la iglesia católica el paradero del Silbo Divino.
Siempre supieron que en algún lugar existía un objeto otorgado por Dios a los
hombres que concedía un poder inmenso. Desde el final de aquel decisivo
partido, Cucufato y todos los grandes maestres de la orden hemos mantenido el
santo grial lejos de las garras de los católicos y demás cristianos. Con el
paso de los siglos otros grupos fueron entrando en el secreto, aunque siempre
de forma parcial o errática, como esos payasos de masones, buscando,
insinuando, enredando a ver si alguno se iba de la lengua y podían hacerse con
el grial, pero hemos mantenido la promesa hecha por Cucufato al arcángel San
Rafael. El cuarto maestre del priorato, Zacarías, tuvo una revelación en lo
alto del Moncayo, a donde una voz interior le hizo subir. De allí surgió el
Decálogo del Moncayo que rige nuestra conducta. En él se especifica que
usaremos el Sagrado Silbo para satisfacer nuestras necesidades materiales y que
esperaremos pacientemente a que los tiempos se vuelvan propicios para que la
verdad esférica vuelva a reinar sobre todas las naciones. Hemos pasado por la
edad oscura, atravesado el Renacimiento y la Ilustración, cruzado la convulsa etapa
contemporánea esperando nuestro momento. Y ahora que el sagrado deporte vuelve
a enardecer a las masas, ahora que millones de personas todos los fines de
semana olvidan sus tristes vidas para poner sus ilusiones y anhelos en la
suerte de su equipo preferido, ahora que sin saberlo están tan cerca de la
divinidad, es cuando nuestra orden tiene que dar el golpe decisivo y vengar la
muerte de nuestro fundador y hacernos con el poder mundial.
2 comentarios:
Uf, cuántas similitudes con la otra historieta que nos han vendido durante tantos siglos. Y ya me parecía a mí que ni Pedro ni Pablo eran de fiar, se coja la versión que se coja...
Pero en fin, esto se va perfilando con muchas más intrigas de las que esperaba al principio. Y desde luego constituye un cuerpo de doctrina tan interesante como el otro. Y no menos creible.
@ Rick
las alcantarillas de la historia traen secretos que aunque putrefactos acabarán viendo la luz para mayor gloria de la fe esférica
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