Tres días con sus tres noches duró la locura. En todo el
mundo los muertos se contaban por miles y los heridos rebosaban los hospitales.
Hasta que extenuados de tanto dar patadas no caían desmayados, no paraban los
afectados de driblar a todo el que se ponía por delante e intentar meter goles.
Javier salvó la vida parapetado en el banquillo, pero no así trece de sus
chicos que vieron como el día más importante de sus carreras era también el
último. Matías murió intentando rescatar el Santo Grial. De Zacarías nunca más
se supo, engullido por la forofa marabunta. Edgardo apareció en la habitación
de su hotel, donde se refugió para cortarse las venas en la bañera. El final
catastrófico de su plan y la pérdida de la fuente de poder de la orden le
habían convencido de que no era digno de seguir viviendo. El resto de
componentes de la orden se desvanecieron ante el temor de que las autoridades
los pusieran a la sombra, pues ya sus pesquisas apuntaban en esa dirección.
Tengo que seguir haciéndome el loco hasta que los de la poli
me dejen en paz. De todo el equipo y la directiva, solo yo y dos jugadores
hemos salvado el pellejo. Creen que somos los culpables de la locura desatada,
pero yo hago que no me acuerdo de nada, que solo entrenaba y nada más. Ahora es
cuando ha recaído sobre mí la gran responsabilidad de volver a alzar los muros
de nuestra antiquísima orden. Cuando estaba semi sepultado entre las ruinas del
estadio olímpico el ángel del Sumo Seleccionador se me apareció y me dijo: “No
temas Javier, que has hallado gracia a los ojos del divino Seleccionador y
desde hoy las generaciones venideras loarán tu nombre. Grande es la misión que
te encomendamos pero sabemos que serás capaz de llevarla a cabo. Pronto habrás de
recrear en la tierra el Maracaná celeste, espejo en el que todos los hombres
verán la grandeza del Supremo Seleccionador” Mientras ese día llega, dedicaré
todas las potencialidades de mi alma a reverdecer los laureles de la verdadera
fe esférica y a que la humanidad no aparte los ojos del terreno de juego, único
lugar donde se puede mirar para encontrarle un sentido a la vida.
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