El día que iba a marcar un antes y un después en el devenir
del género humano amaneció en Roma como tantos otros, que una ciudad que tantas
fechas señeras ha visto pasar no iba a descomponer la figura por una más. Tres
días llevaban el cuerpo técnico y los jugadores del Injerto concentrados en la
ciudad de Rómulo y Remo velando armas para el encuentro más importante de su
fulgurante carrera deportiva: la final de la liga de Campeones contra el
Liverpool, escuadra de la Pérfida Albión que se presentaba como convidado de
piedra ante el plan maestro del Priorato del Balón Dorado, que en el trascurso
del choque se haría con el poder mundial.
Ese objetivo era meridiano para Javier, de los pocos que estaban en el
gran secreto, aunque no así el cómo se llevaría a cabo. La noche anterior se
reunieron con él Edgardo, Matías y Zacarías. El Comendador General de la orden
pasó a contarle que la fuente de poder del silbato otorgado por el Altísimo a
su orden era la de hacerse con todas aquellas voluntades que estuvieran bajo el
influjo de un espectáculo futbolístico. Todo el que contemplando un partido de
fútbol oiga el divino silbido pasará a servir a cualquier miembro de la orden
con solo enseñarle el dorado balón de su estandarte. Obedecerán ciegamente sus
instrucciones sin reserva ninguna. De esta manera, los torpones jugadores del
Sabañón se convirtieron en ases del balón, pues recibieron la orden de
entregarse por completo a jugar. De esta manera el Priorato ha atravesado los
siglos sin haber caído en las redes de sus múltiples enemigos. De esta manera
iban a hacerse en la final con el poder mundial.
La afición de todo el continente y de medio orbe estaba de
parte del más débil. Millones de personas iban a ver el partido. Edgardo
recalcó que era vital para el plan que el equipo marcara un gol. Cuando todo el
mundo exaltado celebrara el tanto, el señor Talón, colocado en la sala de
control de retrasmisión, haría sonar el silbo por uno de los micrófonos ya
preparados al efecto. El sonido llegaría por los altavoces a todo el Estadio
Olímpico y por las ondas a los cuatro puntos cardinales. El estado de euforia
por el tanto actuaría de catalizador para que el antiguo trino que enajenaba
voluntades tuviera los efectos deseados y conseguir que millones de espectadores
pasen ipso facto a formar parte de las huestes de la orden ejecutando sin
rechistar su voluntad. Jefes de estado, políticos, artistas, empresarios, más innumerables
seres anónimos pasarán a engrosar las filas de la fe esférica y la harán
determinante en la política mundial. Ahora, gracias a los adelantos de la
técnica, se puede mandar el divino sonido de sumisión por el orbe entero. Todo
depende de que los chicos metan un gol para que el mundo esté a nuestra merced, cerrar el Vaticano y la Meca y permitir
solamente la peregrinación a San Mamés y a Maracaná, así como abrir campos de
fútbol en los solares de las extintas iglesias.
2 comentarios:
Ajajá. Así que con armas secretas, ¿eh?
Pues perdone que le diga que eso muy deportivo no es; aunque todo vale si es para que los pérfidos britanos doblen la rodilla.
Lo que me da miedo es pensar lo que pueden hacer luego los jerifaltes de esta sagrada secta con tanto poder: lo de Hitler es una tontería al lado de esto...
@ Rick
Pues si el Madrid gana gracias a los árbitros, con más derecho los elegidos por el altísimo.
Y tranqui que solo usaran ese inmenso poder en su propio beneficio, no como otros.
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