La vida conyugal de Jiat Feng, de los Feng de
toda la vida, era todo lo feliz que puede ser la de un chino de clase media.
Llevaba varios años casado con una mujer bien parecida en concordia y armonía,
por lo que la llegada de su primer retoñó no haría más que colmar de felicidad
a la pareja. Desgraciadamente, cuando el bebé entró por la puerta el amor saltó
por la ventana.
El señor Feng no pudo lograr el deseo de todo
padre de verse reflejado en la cara de su hija. El caso es que tampoco se
parecía a su mujer. Para colmo, algún allegado le comentó lo poco agraciada que
era la condenada. El nuevo padre no tardó en sumar dos y dos y en tachar de
infiel a su esposa. La pobre le dijo que era cosa muy fea acusar de hechos tan
graves sin más fundamentos que la hechuras de la niña, pero tras denunciarla
ante las autoridades, acabó confesando la verdad.
La buena esposa del señor Feng en tiempos había
sido tirando a feucha, por lo que puso remedio pasando repetidamente por el
quirófano, donde se dejó la friolera de cien mil dólares, hasta que no la
reconoció ni la madre que la parió. Pero como la cirugía estética todavía no se
aplica a nivel genético la niña le había salido más fea que pegar al padre con
un calcetín sudado.
Descubrir a toro pasado que te ha tocado bailar
con la más fea no es plato de buen gusto, por lo que el señor Feng interpuso
una demanda de divorcio y reclamó una indemnización por sentirse engañado. Y el
juez le dio la razón, afeando la conducta de la esposa y obligándole a pagar
otros ciento veinte mil, con lo que al final a la pobre mujer le ha salido su
aventura matrimonial por un ojo de la cara. No sabemos quien se ha quedado el
churumbel de la discordia, pero todo hace suponer que el marido burlado no
estaría por la labor de verle la cara a diario.
Ahora tocaría ponerse moralista y afear la
conducta del señor Feng, solo interesado en el aspecto externo de su pareja,
pasando por alto las grandes prendas morales que sin duda la adornaban y que la
llevaron hasta el sacrificio del
quirófano por mor del éxito conyugal. Pero la verdad es que lo único que se le
pasaba por la cabeza al buen hombre era aquella canción de los Sirex que reza
que se mueran los feos.
2 comentarios:
Y para eso se gastó la pasta su señora, para que al final la pillen en un renuncio de ese tipo...
Es que vamos, con la variedad de métidos anticonceptivos que hay y con el liberalismo que las autoridades chinas han tratado siempre la eliminación de niñas, feas o no, la verdad es que esta señora muy lista no es.
En fin: castigo divino, por adúltera.
@ Rick
lo único bueno es que como ahora andan faltos de mujeres, ésta aunque fea tiene posibilidades vista la demanda
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