El homo homini lupus del clásico lleva ya tiempo superado,
que los lobos no se ceban en sus víctimas más de lo necesario, en cambio los
humanos disfrutan horrores haciendo sufrir a sus congéneres. La tortura es una
práctica ejercida por el poder no solo para eliminar cualquier resistencia sino
para anular por completo al pobre infeliz que cae en sus garras. Aunque no lo
parezca, hay muchos niveles de sadismo,
y hoy vamos a dar cuenta de uno de los más extremos. A los servicios
secretos de los Estados Unidos, en su labor de preservar la libertad vigilada y
la democracia corporativa, no les tiembla el pulso a la hora de apretarle las
tuercas a cualquiera que no sea de su cuerda. Un soldado de los Navy Seal,
grupo de operaciones especiales, contó hace poco que en Irak, como
calentamiento a una buena sesión de tortura, ponían a las pobres víctimas a
Metálica a volumen brutal. Seguro que a
más de uno no hizo falta ponerle la mano encima y cantó hasta las veces
que hizo pellas en la escuela. Vean lo sofisticada y retorcida que puede ser la
mente del torturador.
Éramos muchos los que pensábamos que la pedorreta de
decibelios pasados de vueltas que llenan los discos de Metálica y su
grandilocuencia barraquera eran peores
que ocho divisiones panzer escupiendo fuego a discreción, y que a buen seguro
eran utilizadas en algún círculo del
infierno para atormentar a los más recalcitrantes pecadores. Pero no hay mayor infierno que el
que está en la tierra, y en una sala de tortura, con este hilo musical,
Metálica puede estar satisfecho de su obra.
Se corrió el rumor de que los componentes del grupo habían
pedido que no utilizaran su arte atorrante en esas labores de zapa, pero
rápidamente han salido a la palestra a
informar que ellos no han dicho tal. Lo importante es que te escuchen, sea en
tu casa o en la cárcel, cómodamente sentado en tu sillón favorito o con tres
dientes menos y alfileres bajo las uñas. Nosotros preferimos oír a los lobos
aullándole a la luna, que tienen menos mala ostia que algunos metálicos
humanos.
2 comentarios:
Dios mío, Metalica. Si ya en condiciones normales resulta una tortura para la gente como yo, no quiero imaginarme lo que puede llegar a ser oido en Guantánamo a todo trapo.
Pero vamos a ver: ¿estas cosas no estaban prohibidas por la famosa Convención de Ginebra?
Cuando se firmó la convención de Ginebra lo más duro que se oía era el chachachá. Habría que volver a reunirse para legislar contra la tortura sónica
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