Que un ciudadano de a pie sea
capaz de engañar a un banco usando sus mismas artimañas es más propio de un
argumento de ficción visionaria que de una noticia, pero vean cómo la realidad
a veces nos da inesperadas alegrías.
El héroe de la historia es Dmitri
Agárkov, un avispado ruso que decidió contratar una tarjeta de crédito en un
banco que opera por internet, Sistemas Crediticios Tinkof. Para cerrar la
operación debía imprimir, firmar y mandar por correo el contrato. Pero una vez
leído el documento Dmitri decidió cambiar alguno de los puntos por otros más
acordes a sus intereses. Escaneó y alteró el acuerdo contractual, y debidamente
cumplimentado lo remitió por correo a las oficinas de Tinkof. Allí, el
oficinista de turno se limitó a sellar el papel y mandar copia a la parte
contratante de la primera parte sin leerse la letra pequeña que le habían
añadido. Entre las nuevas condiciones estaban las de crédito ilimitado, sin
intereses ni comisiones. Además, incluyó dos clausulas en las que penalizaba al
banco con fuertes sumas si cancelaban su tarjeta o cambiaban las condiciones
del contrato. Estamos seguros que cualquiera de ustedes suscribirian en el acto
una tarjeta tan rumbosa.
Durante dos años Agárkov gozó de
las ventajas de su tarjeta de crédito sin problemas, a pesar de las diabluras
que se escondían tras la letra menuda. Pero cuando entró en demora el banco le
anuló la tarjeta y le reclamó unos mil euros, muchos de los cuales
correspondían a comisiones que no estaban en el acuerdo firmado.
Dmitri informó de que habían
violado las condiciones firmadas y
seguidamente acudió a los tribunales. Tinkof se defendió ante el juez diciendo
que no habían leido el contrato, pero por respuesta obtuvieron que tiempo tuvieron
de hacerlo y que ahora apechuguen con las consecuencias. Como no hay nada más
peligroso en este mundo que un banquero burlado, y sableado, amenazaron a su
cliente con cuatro años de cárcel y con las penas del infierno, pero éste no se
amilanó y exigió una indemnización por la friolera de quinientos cincuenta mil
euros. A pesar de las bravuconerías de Tinkof, al final las partes llegaron a
un acuerdo amistoso que no ha trascendido, pero que suponemos beneficioso para
Dmitri, que ahora vuelve a tener una nueva tarjeta de débito.
Aunque no den crédito a la
historia, el interés reside en que es posible robar a un ladrón, solo hay que
seguir sus mismos procedimientos. Mientras tanto, recomendamos leerse bien la
letra pequeña, no nos la vayan a meter doblada como suelen.
2 comentarios:
Ahí, ahí. Es una lástima que la mayoría no seamos tan astutos como el taimado ruso, pero me encanta esa perspectiva de devolverles la jugada a los bancos por no haber leido la letra pequeña.
Lástima que ahora ya estarán avisados y se estarán tomando las cosas con mayor cautela. Este tipo de timos puede hacer estragos periódicamente entre el pueblo llano, pero los de arriba aprenden enseguida.
Sí, pero a partir de ahora ellos tendrán que empezar a leerse la letra menuda, no se la vayan a colar de nuevo.
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