Si alguno gustare consultar el anuario de la andante
caballería del año en curso tendrá cumplida noticia de los hechos
y hazañas de don Celemín de Megapilas, caballero que peinó selvas
y fatigó cañadas en oriente y en occidente por pregonar las
virtudes de la su dama, doña Ambrosía de Membrillo, dama muy
principal en su casa y de la que las malas lenguas decían que un
ojo miraba para levante y otro para poniente, pero que al de
Megapilas parecíanle dos luceros ante los cuales el mismísimo sol
brillaba en vano.
No se sabe si fue el destino o el azar, o una conjunción
de ambos, que en cierta calurosa jornada en que iba el caballero del
Flequillo Flojo junto a su fiel escudero por el llano con intención
de que algún honroso hecho de armas blasonara su escudo, topara con
don Celemín y su lacayo en un cruce de caminos bajo un algarrobo,
única ínsula nemorosa en leguas a la redonda bajo la que defenderse
del sol abrasador. Como entre caballeros de alta cuna es de bien
nacidos entrar en pláticas, Tirso Terco pidióle permiso a Celemín
para guarecerse un rato de la canícula. Éste, con tono cortés pero
decidido, advirtió al recién llegado que solo gozaría de la umbría
sombra si antes reconocía la preeminencia de su dama sobre todas las
del reino, excepción hecha de la reina, que no era asunto de
incomodar al monarca, que ya tenía lo suyo con quemar herejes y
escabechar flamencos.
Diose el caso que el del Flequillo Flojo no solo no
estuviera de acuerdo, sino que fuera exactamente del mismo parecer,
pero referido a su señora, Brisilda de la Solana, de Ventorrillo la
más bella, y por ende, del orbe entero. Sabido es que este tipo de
porfías entre caballeros acaban siempre en el campo del honor, por
lo que acordaron batirse en justa singular para dirimir quién tenía
la dama más mona.
Marco Parco ajustó el peto y el espaldar de su señor
lo mejor que pudo mientras don Celemín tenía que armarse él mismo
pues era novato su escudero y no distinguía una espuela de una
espiga. Rampante, el percherón que Flequillo Flojo había distraído
de dar vueltas a la noria, aquel día no dejó en la estacada a su
jinete y le regaló una fuerte cabalgada que le permitió a Tirso en
el primer lance llevar por los aires a don Celemín. Con gran
estrépito cayó a tierra el de Megapilas, dislocándose un hombro y
haciéndose varias brechas en la cabeza.
10 comentarios:
El campo del honor, sí. Pero a saber qué estarían haciendo a esas horas la tal Ambrosía y la tal Brisilda. Las mujeres suelen tener los pies en la tierra, y saben que ese instinto gallináceo de los caballeros andantes por mostrar plumas y espolones al final se queda en nada. En fin, ya veremos cómo queda el parte médico final.
No anda descaminado, amigo Rick. En esta aventura de Flequillo Flojo las mujeres tienen mucho que decir, y hacer.
Don Chafardero de los Repámpanos y del Tribulete a fe mía que por su exposición debería tomar partido por las desgracias de Don Celemín, ya que como hombre moderno y bienpensante debo estar de la parte más agraviada. Pero hete aquí que he leído que la dama de Don Tirso del Flequillo Flojo lleva patronímicos que siéndome familiares se corresponden a lugares cercanos de mi lugar de residencia: de la Solana y del Ventorrillo.
Pongo de testigo a Rick de sus Tugurios que lo que he dicho es cierto.
Por lo tanto, tengo que tomar partido por la parte agresora. Lo siento
Saludos
Duro duro y a la cabeza. Que bueno eso de que tenía un ojo mirando para Levante y el otro para poniente.
Saludos amigo.
@ dr Krapp:
Sepa, señor licenciado, que su media pariente tendrá mucho que decir en breve, que es dama de armas tomar, como su ilustre parentela.
@ Rafa:
según esas mismas malas lenguas, nunca se sabe dónde mira doña Ambrosía, y mucho menos, lo que piensa, si es que lo hace.
Hola REPÁMPANOS.
Aunque un ojo mire a levante y el otro para poniente, jajajaja cuando hay alguien enamorado y mira con buenos ojos, ya sabes todo es lindo.
Ahora que se enfrenten por las bellezas de las damas, jajaja eso ya es lo más jajaja.
Una entrada que me saco una sonrisa es de agradecer.
Un cordial saludo REPÁMPANOS.
Uyyy eso de batirse por honor y defensa de dos damas apunta a muchos conflictos entre los dos "pardalos".
No me decanto por ninguno de momento, eso sí, me gustaría saber algo de ese verde pañuelo de Celemín.
@ E.P.:
De eso se trata, de sonreír un poco.
Saludos
@ U-topía:
el verde pañuelo va a traer más de un sinsabor al del Flequillo flojo.
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