Vencido y maltrecho don Celemín, no tuvo otra que
capitular y reconocer la valía de la dama de su oponente. Lo que
dictan las reglas de la caballería es que fincado de hinojos ante
doña Brisilda le rindiera pleitesía, pero visto el lastimero estado
en que había quedado se acordó que don Celemín haría entrega a
Marco Parco del pañuelo verde con sus armas bordadas que como
insignia de su dama llevaba prendido del brazo y se lo entregara en
Ventorrillo a la dama de Flequillo Flojo.
En principio, Marco se dijo que para seguir la costumbre
tendría que rematar él las aventuras de su señor. Después, a
pesar de que Ventorrillo distaba dos jornadas, no puso inconveniente,
por volver a su patria chica a ver a sus parientes, y sobre todo por
llenar las alforjas de cecina y longaniza. Mientras el escudero se
encargaba de tal encomienda, Flequillo Flojo quedaría meditando
sobre las muchas prendas que adornaban a su dama bajo el algarrobo
que tan gloriosamente había conquistado.
La hora era cumplida en la que el soberano sol daba paso
a la luna plateada cuando Marco se acercó a la ventana donde
Brisilda solía bordar a la fresca. Cuando vio al escudero de Quinto
Terco que la requería para unas palabras cruzar, se acordó de aquel
aventado de su vecino que un día le dijera que andaba tras sus
huesos y que en vez de cortejarla como mandan los cánones se había
echado por esos caminos de dios a cantar sus encantos mientras ella
permanecía en Ventorrillo a dos velas.
– Que dice mi
señor que en singular combate ha aumentado su honra y vuestra fama
de tal manera que hasta en Sebastopol hablan de vos. Y que como
prueba de la hazaña realizada aquí os traigo este pañuelo que
fuera de don Celemín de Megapilas, y que ahora es vuestro, pues él
os reconoce como la más donosa de esta parte de la tierra.
– Gran presente,
después de meses sin su presencia, es presentarse con un pañuelo,
pero bienvenido sea por ser de quien es. Tengo aquí casualmente
aderezada una pequeña escala hecha con unas sábanas para que pueda
subir y entregármelo.
8 comentarios:
Aquello eran enamoramientos, romanticismos y amor puro. Cuanto echo de menos aquella época, además por la mínima le rebanabas a uno el pescuezo.
Saludos.
@ Rafa:
Y tanto, muchos suspiros para sus damas y mandoble va mandoble viene para los contrarios a su causa.
Brisilda si que sabe jejeje
Me he quedado colgada de la cecina y la longaniza!!
No me fío de esa dama, que las de mi pueblo son de armas tomar y a lo mejor quiere demostrar la resistencia de su amante no apretando suficientemente los nudos de las sábanas para saber si el atrevido es resistente a los porrazos.
¿Una escala? Uuuuyy... yo tampoco me fío de esa dama, pero por razones distintas a los que esgrime herr doktor: donde hay escalas suele haber coyundas...
@ U-topia:
Tener por pretendiente a un tipo que te manda al criado con un pañuelo en un alarde de pasión puede resultar demasiado para muchas mujeres.
@ Dr Krapp:
Me da que a Brisilda le interesa que los que escalan lleguen a buen puerto.
@ Rick;
no anda desencaminado, que la escala es preludio del pecado.
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