lunes, 12 de mayo de 2014

El verde pañuelo de don Celemín (III)


A oscuras y en celada por la secreta escala, por no desairar a la dama, trepó Marco como pudo muro arriba hasta llegar al aposento de Brisilda. Ésta, cuando hubo al desprevenido criado a su merced, se abalanzó con la clara intención de tener comercio carnal con él.
Ya que no podemos catar al caballero, folguemos con el escudero.
Mire, su merced, que como me quite las calzas se puede armar la de San Quintín.
De eso se trata, si no quiere quedar por calzonazos. Arme usted su arcabuz y apunte donde yo le diga.
Escuche, mi señora, que no sé si el del Flequillo Flojo estará por la labor de que le coronemos mientras vela vuestro recuerdo bajo un algarrobo.
Desde que me prometí a Tirso no ha parado un día en Ventorrillo sino para poner cara de mustio bajo mi ventana mientras yo me marchito aquí encerrada. Vivo sin vivir, un fuego que no consigo contener me azuza, y si mi caballero no viene a sofocármelo ya me buscaré yo un apaño, que mismamente puede ser vos.
Mi señora, si es por quitarle el sofoco, bien me presto a lo que me pide, que no es concupiscencia lo mío sino ganas de serviros.
Pues a ver si me dejáis bien servida. – Y el amigo Parco, por lealtad a su señor y por aliviar a su señora de los calores que padecía, allí mismo quitole el corpiño, la falda y la saya y púsola mirando primero para Roma y luego para Tesalónica que pareciole menos indecoroso. Brisilda, nacida una noche en el que el tórrido simún del desierto barría Ventorrillo, hizo uso de las habilidades de Marco Parco y colmó, aunque fuera en parte, esa sed de absoluto que la llenaba de continuo y que nada como una buena verga podía colmar.
Cuando Brisilda quedó sin saber cosa, que todo su lindo cuerpo en amar se había empleado y abandonada yacía desnuda en su lecho, Marco cubrió con el verde pañuelo sus pechos de melocotón e hizo mutis pues tenía la panza vacía y la dama pronto estaría presta a volver usarle de medicina contra sus sofocos.

6 comentarios:

Rick dijo...

Si es que estaba visto: las escalas son un arma que el diablo pone en nuestro camino horizontal para que su verticalidad nos turbe y acabemos ayuntándonos sin ton ni son en compañía de otros descarriados. Y aún encima la traición, que eso es lo peor: a ver con qué cara se presentarán ahora los pecadores ante el ofendido...

U-topia dijo...

Brisilda es pragmática y resuelta. Ahora entiendo el papel del verde pañuelo, ¿O tiene más utilidades?

Doctor Krapp dijo...

A fe mía que ese Tirso es un mentecato sabiendo como sabe los peligros a que estan sometidas las doncellas medievales. No entiendo como desconoce las virtudes mecánicas de los cinturones de castidad que tantos pleitos e hijos ilegítimos han evitado.

Chafardero dijo...

@ Rick:
me temo que el ofendido no se enterará de la ofensa, así que aquí paz y después gloria.

Chafardero dijo...

@ U-topia:
los anales no registran más usos que se le dieran al verde pañuelo, pero Brisilda bien pudiera añadirlo a la escala para que fuera más fácil alcanzar su balcón.

Chafardero dijo...

@ dr Krapp:
Como Tirso es casto de natural cree el pobre que todos son de su condición, y por eso no acude a tales artilugios. No sabemos quién le sacará de su error.