A oscuras y en
celada por la secreta escala, por no desairar a la dama, trepó Marco
como pudo muro arriba hasta llegar al aposento de Brisilda. Ésta,
cuando hubo al desprevenido criado a su merced, se abalanzó con la
clara intención de tener comercio carnal con él.
– Ya
que no podemos catar al caballero, folguemos con el escudero.
–
Mire, su merced, que
como me quite las calzas se puede armar la de San Quintín.
– De eso se trata,
si no quiere quedar por calzonazos. Arme usted su arcabuz y apunte
donde yo le diga.
– Escuche, mi
señora, que no sé si el del Flequillo Flojo estará por la labor de
que le coronemos mientras vela vuestro recuerdo bajo un algarrobo.
– Desde que me
prometí a Tirso no ha parado un día en Ventorrillo sino para poner
cara de mustio bajo mi ventana mientras yo me marchito aquí
encerrada. Vivo sin vivir, un fuego que no consigo contener me azuza,
y si mi caballero no viene a sofocármelo ya me buscaré yo un apaño,
que mismamente puede ser vos.
– Mi señora, si
es por quitarle el sofoco, bien me presto a lo que me pide, que no es
concupiscencia lo mío sino ganas de serviros.
– Pues a ver si me
dejáis bien servida. – Y el amigo Parco, por lealtad a su señor y
por aliviar a su señora de los calores que padecía, allí mismo
quitole el corpiño, la falda y la saya y púsola mirando primero
para Roma y luego para Tesalónica que pareciole menos indecoroso.
Brisilda, nacida una noche en el que el tórrido simún del desierto
barría Ventorrillo, hizo uso de las habilidades de Marco Parco y
colmó, aunque fuera en parte, esa sed de absoluto que la llenaba de
continuo y que nada como una buena verga podía colmar.
Cuando Brisilda
quedó sin saber cosa, que todo su lindo cuerpo en amar se había
empleado y abandonada yacía desnuda en su lecho, Marco cubrió con
el verde pañuelo sus pechos de melocotón e hizo mutis pues tenía
la panza vacía y la dama pronto estaría presta a volver usarle de
medicina contra sus sofocos.
6 comentarios:
Si es que estaba visto: las escalas son un arma que el diablo pone en nuestro camino horizontal para que su verticalidad nos turbe y acabemos ayuntándonos sin ton ni son en compañía de otros descarriados. Y aún encima la traición, que eso es lo peor: a ver con qué cara se presentarán ahora los pecadores ante el ofendido...
Brisilda es pragmática y resuelta. Ahora entiendo el papel del verde pañuelo, ¿O tiene más utilidades?
A fe mía que ese Tirso es un mentecato sabiendo como sabe los peligros a que estan sometidas las doncellas medievales. No entiendo como desconoce las virtudes mecánicas de los cinturones de castidad que tantos pleitos e hijos ilegítimos han evitado.
@ Rick:
me temo que el ofendido no se enterará de la ofensa, así que aquí paz y después gloria.
@ U-topia:
los anales no registran más usos que se le dieran al verde pañuelo, pero Brisilda bien pudiera añadirlo a la escala para que fuera más fácil alcanzar su balcón.
@ dr Krapp:
Como Tirso es casto de natural cree el pobre que todos son de su condición, y por eso no acude a tales artilugios. No sabemos quién le sacará de su error.
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