Las aportaciones del mundo islámico a la civilización universal son tantas que abruman. Los seguidores del profeta han llevado el amor al prójimo a un nuevo nivel, dando matarile a diestro y siniestro solo para que gocen de las venturas del paraíso. En pleno siglo XXI, en un alarde de modernidad, han instaurado la entrañable forma de estado del califato, sistema político en el que los súbditos no pasan de ser ganado al que degollar, vender o lo que la providencia divina disponga.
En lo militar también presumen de nuevas tácticas, poco sutiles pero contundentes. Se trata de los mártires, hombres, mujeres o niños bomba, que se forran de explosivos y vuelan por los aires siempre en lugares muy concurridos, que lo de explotar en soledad no lo contempla el Corán. La acción directa te lleva disparado al paraíso, por lo que iluminados de todo el mundo acuden al califato a reventar por la causa. Es tal la avalancha de mártires que han tenido que elaborar una lista de espera para masacrar. Pero como ocurre en tantos estados árabes, la equidad de los funcionarios dista de ser ejemplar. Un yihadista británico se quejó hace poco de los favoritismos e irregularidades que se ven en la lista del martirio. En vez de respetar el riguroso orden de llegada o los méritos logrados en anteriores escabechinas, muchos ascienden en la lista a base de enchufismo. Familiares de los imanes o de los jerarcas del régimen copan las primeras posiciones mientras el suicida de a pie contempla impotente cómo le adelantan en su carrera al paraíso.
El asunto no es baladí pues plantea un espinoso problema teológico. El mártir que abusando de sus contactos se inmole ninguneándo a sus compañeros, gozará en el paraíso de las setenta y dos huríes que le tocan por barba, o como castigo solo desvirgará a la mitad. O puede que por pasarse de listo acabe en el paraíso cristiano, sitio aburrido donde lo haya.
Lo que está claro es que hay que tener amigos hasta en el infierno, y el que tiene padrinos explota, y el que no a la cola. Aconsejamos al califa que tome cartas en el asunto antes de que el problema le estalle entre las manos, algo que nunca nos perdonaríamos.
7 comentarios:
A este gente les hace falta unos minutos en el microondas. Gratinar les iría bien, y después descongelar.
Un abrazo.
Ya era lo que faltaba, privilegios hasta para irse al otro barrio. Estas cosas con el cristianismo no pasan. Creo...
He leído en dos libros diferentes:Si esto es un hombre de primo Levi y El Estado de la SS (ambos excelentes libros y muy recomendables) que en los campos de concentración nazis, los propios prisioneros llamaban "musulmanes" a aquellos que habían perdido hacía tiempo la voluntad de vivir. El nombre lo cogieron por el fatalismo sin condiciones que transmite esta religión (aunque no siempre ha sido así, me parece a mi). Tu entrada ilustra esto a la perfección.
Salud-os!!
Primo con mayúscula. He olvidado, por no repasar, poner el autor del segundo libro: Eugen Kogon.
Sorry!
A Rafa:
Y para terminar una pasada por la centrifugadora, a ver si se les licúa el cerebro.
A Rick:
En el cristianismo los privilegios son más mundanos
A U-Topia:
La variante sufí creo que es más vitalista, pero estos integristas desde luego que están en esa onda. Por supuesto, los yihadistas también persiguen a los sufís, como a todo los demás que no son de su cuerda.
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