Aquella noche sir
Watkyn Cheesepound tuvo un sueño agitado. Alguien como él, que nunca se había
dejado llevar por los cantos del bello sexo, se vio rodeado de ensoñaciones que
nunca pensó que su mente pudiera imaginar. En una de ellas, bailaba un tango
con una Venus de Milo a la que le habían nacido más brazos que a Visnhu. La
diosa lo agarraba fogosamente mientras lo hacía bailar como si fuera una peonza
y pegaba sus marmóreos pechos a su barbilla. Ni que decir tiene que sir Watkyn
no era partidario de tales efusiones con desconocidas, por más que su pareja de
baile dispusiera de una erudita entrada en la Enciclopedia Británica.
Bajo su cama con baldaquino
sintió el gaznate seco mientras se veía en Italia en los tiempos del grand tour,
cuando amplió su visión sobre el arte, la literatura y la enología.
Inopinadamente se encontró formando parte de un cuadro renacentista. Estaba en
una pequeña logia, al fondo una ventana dejaba ver el Arno. Una bella Madonna
de Rafael lo acunaba en su regazo. La virginal mirada de la mujer tenía
anonadado a sir Watkyn, niño Jesús deslumbrado ante aquella belleza celestial.
Pero de pronto a la virgen le nació un extraño tocado, una pamela rematada con
una regadera, y su mirar puro y sereno se convirtió en el ojo calculador de la
costurera que coge un dobladillo. Los maternales pechos de la madonna, fuentes
de vida, empezaron a crecer ante la prevención de sir Watkyn, al que la falta
de experiencia en tales lides no le impedía ver el peligro de deflación de aquellas
ubres. Consciente de la contingencia, cuando los pechos estallaron y lo
enviaron fuera de la logia donde se desarrollaba la escena, del cuadro de
Rafael que recordaba haber visto en algún duomo y precipitarse hacia la campiña
toscana a una velocidad poco conveniente para su integridad física, pegó un
respingo bajo las sábanas y logró zafarse de semejante pesadilla.
Tras el episodio de
la Madonna explosiva permaneció en un incómodo duermevela. Una rendija del cortinón
que cerraba el vano de la ventana le advirtió que no había amanecido, y no
tenía intención de desatender su costumbre de levantarse pasado el mediodía,
como persona ociosa que era. Por otra parte, si sus sueños hubieran sido demasiado
beligerantes, el eficaz Kingsoup, con ese sexto sentido que poseía para saber
cuándo su señor se había excedido en el consumo de bebidas espirituosas, habría
acudido en su ayuda con uno de esos fenomenales reconstituyentes de su cosecha
y que obraban el milagro de espabilar cuerpos baqueteados por ginebras, güisquis
y otros agentes etílicos. Pero como su fiel y eficaz mayordomo no se hallaba en
su cabecera sir Watkyn conjeturó que su resaca no era merecedora de cuidados
especiales, por mucho que sus sienes retumbaran y su estómago pareciera una
mina de carbón en llamas.
6 comentarios:
Como apasionado que soy del arte renacentista italiano debería gritar "anatema" ante las veleidades extrañamente oníricas de tu aristócrata ya que deja aquellos monumentos artísticos en muy precaria metamorfosis.
Sin embargo lo voy a pasar por alto, una mala noche tras una incontrolada ingesta de alcohol la puede tener hasta el más almibarado y clasista lord pero que se repita mucho Chafardero y para ello sería recomendable que no sea rácano abusando del garrafón y que al menos vuelva al Knockando de 12 años.
A ver si va a resultar que el bueno de sir Watkyn había ido esa noche al cine, a ver una de Fellini. Lo digo por esa fijación con los "grandes volúmenes". Y en cuanto a las objeciones de herr doktor, hombre, hay que tener en cuenta que el mundo de los sueños es libre.
Bueno, pues nada, a ver qué pasa ahora con este sátiro de vía estrecha...
Desde luego jamás osaría emendar la plana a un sueño, pero parece desmedida la ingesta de alcohol del sir. O se ha pasado mucho o, como dice Krapp, puede que sea de dudosa calidad. En todo caso, las ensoñaciones son espectaculares.
@ Krapp:
El desparrame renacentista no se volverá a repetir. Y la afición de sir Watkyn será su perdición. O no.
@ Rick:
los grandes volúmenes confunden a más de uno, y nuestro pequeño sáriro no es ajeno a su gran poder de atracción.
@ U-Topía:
las ensoñaciones son directamente proporcionales a la ingesta de nustro protagonista.
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