Decididamente, tendría
que hablar al respecto con Big Bingo Twistleton, a su parecer el principal
causante de su postración. Ese muchacho se había empeñado en celebrar una reunión
en su casa, cuando era público y sabido que la noche de los jueves se
encontraban en el Club de Caballeros Con Todo El Tiempo Que Perder para ponerse
al corriente sobre las últimas noticias de cricket y rugby. Pero el pequeño y
fogoso Big Bingo insistió en que acudieran a la casa familiar una vez que su
progenitor, el gran Little Bingo, se personara a negociar rifle en mano una
mejora de las condiciones laborales en sus minas de diamantes de Sudáfrica.
Pero la ocasión lo
merecía, o en eso insistía Big Bingo, al que la inmensa fortuna familiar no
había convertido en un desocupado más sino todo lo contrario, siendo uno de los
referentes a nivel nacional en el intrincado mundo de la historia postal. Y por
lo que dejó entrever en su convocatoria, había hecho un descubrimiento que
haría temblar los pilares de la filatelia, hecho que a sir Watkyn y al resto de
los muchachos traía perfectamente sin cuidado, no así la surtida bodega del
gran Little Bingo, que pensaban saquear en su ausencia.
Ni que decir tiene
que en cuestiones de alcoholes los Cheesepound gozaban de una larga experiencia
que sir Watkyn había llevado a la cúspide. El ser desde hacía generaciones los
proveedores oficiales de ginebra de la casa real los hacía una de las familias
más respetables de la City, además de otorgarles un asiento en la Cámara de los
Lores, lugar donde no habían visto todavía al joven sir Watkyn, ocupado como
estaba a jornada completa en las carreras de caballos, de galgos y en otras
actividades indispensables para la economía nacional. Por eso estaba al tanto
de la importancia de la bodega de los Twistleton y dispuesto a escuchar
cualquier sesudo estudio sobre matasellos o franqueos que el erudito Bingo
tuviera a bien enjaretarles siempre que fuera regada con una botella de Burdeos
o cualquier otro caldo de pro.
El pequeño Big
Bingo no se llevaba a engaño en lo referente a las aficiones de sus amigos y
colegas de club. Como sabía que no era precisamente la pasión filatelia lo que
hacía hervir sus venas, ordenó a su mayordomo que hiciera una selección de
vinos y licores a la altura de la ocasión. Así, Cheesepound y compañía cataron
por vez primera ribeiros y alvariños, vinos poco vistos en las riberas del
Támesis, además de jerez y armañac. Cuando Bingo pasó a contar su trabajo de
campo en el condado de Essex su público ya estaba entregado, y alguno desparramado.
6 comentarios:
Jesús. Pobres englishmen, cociéndose con caldos blancos y tintos. Claro, luego llega el momento ginebra y ya están para el arrastre. Como se entere la Reina de que sus súbditos se han pasado al vino español, con lo aficionada a la ginebra que es esa dinastía, igual los meten en la Torre.
En fin, quedamos atentos a las novedades etílicas que vayan surgiendo...
Bueno, bueno, donde está la "clase" que se quite la sabiduría. Nada tan enriquecedor como tener la bodega bien surtida y mucho tiempo libre para hablar de importantes banalidades que la clase baja nunca podría comprender por el estrés que les causa la lucha por la vida de la que están exentos aquellos que disponen de fortuna.
Sigo atenta a la continuación de la Pomona.
Creo que hubo un comercio muy activo de comercio de vinos entre Galicia y el Reino Unido allá por el siglo XIX en tiempos en que el Imperio estaba poblado de psicópatas de clase alta amantes de exotismos de toda condición. Gran parte del esplendor británico nació de la curiosidad diletante de aristócratas desocupados con ganas de encontrar nuevas formas de gastar el tiempo.
@ Rick:
Su Graciosa Majestad es muy ecuménica en lo referente al origen de las bebidas espirituosas,no creo que castigue a sus súbditos por ello, que es muy duro vivir en una tierra que no da vino sino esa orina fermentada que llaman cerveza.
@ U-Topia:
la supervivencia es cosa de pobres, desde luego. Los elegidos por la diosa fortuna dedican su vida a cuestiones de más enjundia, tales como la diversa gradación alcohólica de las ginebras o las apuestas de caballos.
@ Krapp:
No conocía el comercio de vinos entre Galicia y la Péfida Albión, gracias por el dato. Sí, reconozco mi debilidad por esos ociosos dilentantes, me resultan tan ridículos como entrañables.
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