Según parecía, en
los tiempos en los que Su Graciosa Majestad fue exaltada al trono de Gran
Bretaña se produjo una infiltración anarquista en varias dependencias del Royal Mail,
en el susodicho condado de Essex. Estos desaprensivos funcionarios
de correos, valiéndose de las prerrogativas propias de su cargo y en un intolerable
abuso de la confianza que el estado había depositado en ellos, durante un
periodo indeterminado estuvieron utilizando un matasellos no autorizado. Según
pudo constatar Bingo tras leer y releer legajos e informes de la época y marear
a los funcionarios de la oficina de Chelmsford, aquellos ácratas estuvieron
cancelando los sellos con la esfinge de la reina Victoria de tal manera que
puesto el matasellos Su Majestad quedaba coronada con unos cuernos que para sí
quisieran muchos machos cabríos.
Así, una reina cornuda
fue avistada en los cuatro confines del imperio, siempre con el remite de alguna
localidad de Essex. Por más que una dudosamente diligente investigación intentó
echar el guante a los culpables de aquel delito de lesa majestad nada pudo
aclararse, pues ni se encontraron los matasellos ni los que salvajemente habían
estampado sobre la testa coronada de la reina Victoria semejante ignominia. Lógicamente,
los ejemplares de la vergüenza fueron destruidos con diligencia por las
autoridades o por los ofendidos destinatarios, echándose tierra sobre el asunto.
Pero la temeridad y tenacidad de Bingo habían sacado a la luz el asunto
cuarenta años después, e incluso afirmaba que estaba en posesión de un sello de
un penique en el que se podía ver a la soberana con toda su cornamenta. La
visión de una vieja carta en la que un coronel destinado en Guinea informaba a
su mujer que desde que contaba con los servicios de un ebúrneo aborigen ya no
la echaba tanto en falta y en cuyo ángulo derecho figuraba el demoníaco
matasellos fue el hito culminante de la velada, momento que aprovecharon para descorchar
otra botella de Saint-Émilion.
En el ejercicio introspectivo
al que la resaca le había abocado sir Watkyn advirtió que a partir del momento
de la crucial revelación sus recuerdos empezaban a menguar a ojos vista. Le
pareció oír cómo los muchachos proponían desplazarse hasta la escena del crimen
postal para tomar declaración, y de paso unas pintas, a todo posible sospechoso.
Tal acción fue votada por unanimidad, lo que provocó el descorche de dos
botellas de champán, dado lo inusual del resultado. Bamfylde Rowcester recordó
a sus compañeros de farra la merecida fama de los galgos de la región, y que
podían hacerse con los servicios de algún esforzado animal y probar suerte en
la temporada que estaba a punto de empezar. Bingo no cabía en sí de gozo ante
la implicación de sus colegas en un caso tan oneroso para la corona, y prometió
no escatimar ni en recursos ni en botellas hasta dar con las ratas que habían
arrastrado por el barro el honor regio. Sir Watkyn poco más recordaba después
de jurar sobre la Union Jak que no cejaría en el empeño, aunque hubiera
olvidado dicho empeño. El resto eran recuerdos hechos jirones, frases
inconexas, volúmenes misteriosos, extraños perfiles. No estaba en condiciones
de asegurar que la utilización del gordo trasero de William Carmolyle como improvisada
diana para dardos hubiera tenido lugar, por más que el mismo sir Watkyn de un
certero disparo hubiera interesado de lleno una de sus hemorroides.
4 comentarios:
El descorche siempre es peligroso: se empieza con una botella y se termina confundiendo todo tipo de objetivos, almorranas incluidas. Qué mal ejemplo para los jóvenes que lean esto...
Hmmm, esas acciones ácratas que tienen como destinatarias la autoridad, bien representada por la reina británica, son tan eficaces como tropecientos desfiles (es decir manifestaciones). Pero claro, cuestionar la autoridad no entra ya en la hoja de ruta de casi nadie, que tus relatos lo recojan con ese sabio sentido del humor, me llenan de alegría.
Salud-os!
@ Rick:
los jóvenes de hoy en día dedican su tiempo a actividades más edificantes, tales como el perreo y gran hermano. Nada que ver con las actividades alienantes de generaciones pasadas.
@ U-Topia:
Sí, se puede poner en solfa al poder sin perder el sentido del humor, algo que ellos no suelen tener.
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