̶ Don Flequillo, si no fuera mucho abusar de su magnificencia, me gustaría
exponerle una pena que no me da acomodo, y que seguro que un señor con tanto
mundo corrido como usted sabrá ponerle remedio.
̶ Si está en mi mano, delo por hecho.
̶ Pues resulta que en ciertas noches veladoras me sube una congoja, así
como por el pecho, que luego me va bajando a esas partes que hacen al hombre
varón, y el único remedio que se me alcanza es acercarme al cuarto de
Maritornes, criada para todo, que sabe muy bien tratar esas angustias. Pero se
da el caso que de un tiempo a esta parte cuando esos calores abrasadores me
aturullan, hallo la puerta cerrada. Usted que ha frecuentado damas de alta cuna
seguro que sabe alguna treta para que Maritornes entorne la puerta.
̶ Mucho pedís, amigo ventero. En la historia de la caballería hay hazañas
mil que llenan de admiración: desde dragones encadenados a ruedas de molino a
ejércitos vencidos por la mano de un solo héroe. Pero por mucho que se bajaran
los ángeles del cielo y se aliaran con los más taimados demonios, ni entre
todos ellos serían capaces de abrir la puerta de una dama. Su corazón es uno de
los misterios más insondables de este mundo y yo bastante tengo con servir a mi
señora como para meterme en camisas de once varas.
Como quiera
que en aquel momento apareciera la susodicha moza con dos jarras de más agua
que vino para los recién llegados, el dueño de la venta pasó a referirle los
huéspedes que ocupaban las mesas restantes y por cuyo descanso tendría que hacer
guardia Tirso.
̶ Aquel gentilhombre que veis al fondo sentado con su lacayo es don
Porfirio Ponce Panza, marqués de las Arrimadas, dicen que secretario de cámara
del Almirante de la Mar Oceana, de camino para Sevilla por asuntos de la flota
de Indias.
̶ Pero, ese su lacayo, ¿por ventura es de este mundo? ̶ preguntó Tirso al reparar en el enorme
individuo que acompañaba al noble y que en sus muchas andanzas nunca había visto cosa igual.
̶ De este mundo no, es más de la parte de la Guinea según tengo entendido,
que por allí todas las madres los paren con esas hechuras. ̶ El susodicho lacayo era como una
artesa puesta en pie, una montaña de músculos de ébano, donde deslumbraban sus blancos dientes y una penetrante mirada que
por un fugaz instante se cruzó con la de Tirso, llenándolo de desazón.
Flequillo Flojo sabía por sus lecturas de los Lances y percances de don Patatín
de Sartenópolis que más allá de las tierras de infieles se podían encontrar
estos gigantes negros, pero verlos cerca era cosa de maravillar.
Mientras
Marco ventilaba la media hogaza y la cecina que llevaba, mal regada con el
aguado vino, el ventero presentoles a varios de los arrieros y porqueros que se
acercaban a rendir pleitesía a tan afamado caballero, folgando todos con sus
ocurrencias. Fue informado Tirso también de la presencia de dos monjes que se
sentaban alejados del mundanal ruido. Los hermanos Gildo eran, Hermenegildo y
Leovigildo, de la orden del Santo Prepucio, que solían frecuentar el
establecimiento pues su monasterio tenía colonos en la comarca. Mala gente que
camina y va apestando la tierra escupió resentido uno de los porqueros. Estaban
comiendo unas migas bien acompañadas de vino de su propia cosecha, pues del de
la venta no querían saber nada, y miraban a su alrededor con la suficiencia que
da el no beber el vino de las tabernas.
4 comentarios:
Mira que listillos, el vino de la taberna para los demás, ellos van bien servidos con el suyo propio.... y las migas.
La respuesta a la pregunta del ventero sobre la puerta de Maritornes muestra la gran inteligencia de Flequillo Flojo.
Ese local empieza a parecer la Taberna Galáctica: hay de todo, como debe ser. Menudo susto, en aquellos tiempos, encontrarse con un ser de tez oscura y medidas descomunales. Y seguro que se llamaba Robustiano, además...
Muy esclarecedor el comportamiento de los "religiosos". Hay costumbres que no cambian con el paso del tiempo.
@ U-Topia:
Bastante tiene Flequillo Flojo con tener a raya a los magos maladrines como para bregar en otras batallas.
Buena serie aquella de la Taberna Galáctica. Aqui hay menos aliens pero están igual de aventados.
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