lunes, 5 de junio de 2017

De cómo Flequillo Flojo entróse donde no supo (IV)

Flequillo
Poco a poco fueron los huéspedes retirándose a sus aposentos respectivos. Tras rogarle Marco a su señor que se dejara de velas y cirios y se fuera a dormir con él, entre un brioso corcel árabe y una acémila encontró un hueco donde yacer de sus muchos trabajos. El ventero aconsejó al que debía guardar el sueño de su clientela que tomara asiento en medio de la corrala interior de la venta, a donde daban la mayor parte de las estancias, porque desde allí podría apercibirse sin dificultad de cualquier mago tarambana, hechicero embaucador, alma en pena del purgatorio, bestia saca mantecas o recaudador de impuestos que se aventurara por las inmediaciones. Diole Flequillo Flojo las gracias por tener el honor de perseverar en el cuidado de gente tan principal como allí moraba y prometiole que mientras estuviera en guardia todos serían salvos.
Quién hubiera tal ventura entre las sombras de la hospedería como hubo el caballero del Flequillo Flojo la noche de autos. Con su acero desenvainado daba vueltas al patio, oído al parche de cualquier ruido que delatara una celada de sátiros desocupados o cativos nigromantes, que de todo podía esperarse. Al rato presentose ante él un arriero con la misma cara que si hubiera visto al demonio en pelota picada.
̶ ¡Flequillo Flaco, socórrame, hágame la merced! Sáqueme de este mal paso o mis hijos quedarán huérfanos y mi mujer viuda, con las ganas que tiene.
̶ Hable presto, buen hombre. ¿Qué le aflige?
̶ El fantasma del vizcaíno, que se ha aparecido en mi habitación.
̶ ¡Nunca oí hablar de tal!
̶ Pues era un chalán vascongado, que se cuenta que el tragaldabas murió en esta venta muchos años ha de un atracón de ajoarriero, y que en las noches más oscuras pena cargado de cadenas por salir de aquí. Yo roncaba como un niño chico cuando desperté y vi su calavera que hacia mí se quería venir. Huy como pude y cerré la puerta tras de mí. La ocasión la pintan calva para un caballero andante como vos.
̶ No tenga cuidado, que a ese fantasmón no le van a quedar ganas de vagar a deshora desque le atice con mi tizona. ̶ Púsose el yelmo, bajose la visera, y sobre el morrión el pequeño molinillo que era su profesión de fe empezó a girar sus aspas. Al llegarse a la alcoba que ocupaba el arriero vieron que la puerta estaba entornada y que de su interior venía sonido como de cadenas arrastradas. Maravillose el caballero de semejante aparato, pero si hubiera visto que dentro los compadrotes del arriero eran los que meneaban las cadenas quizás su asombro mudara en ofuscamiento.
̶ ¡Válgame el cielo! ¡El maldito vizcaíno acabará con nosotros en el infierno! ¡No se tarde, mi señor, que nos mata!  ̶ gemía tembloroso el taimado carretero.
Flequillo Flojo intentaba hacer memoria por saber si en los anales de la caballería figuraba asiento alguno sobre vizcaínos aherrojados, y como caso alguno no le venía a las mientes, concluyó que este lance sería de los que sentarían cátedra en las aventuras caballerescas. Encomendándose a la su dama y al divino Eolo acometió con todo por la puerta entreabierta, dispuesto a rebanar al atorrante vizcaíno venido del otro mundo a incomodar a la gente de bien.
La fe y la bravura del caballero hicieron que la puerta medio entreabierta cediera sin resistencia. Pero se dio el caso que el arriero y su cuadrilla habían colocado en lo alto de la puerta un yunque de mediano tamaño. Cuando Tirso cruzó el vano se vino abajo el hierro, cayendo como muerto sobre el valiente, que no lo vio venir, pero sí pudo catar su recia naturaleza. Diole el yunque en toda la cabeza, mandándolo sin remisión a las tinieblas de la inconsciencia.


4 comentarios:

Doctor Krapp dijo...

Madre mía, de ésta se le ajusta el flequillo a Flequillo Flojo.
¿No será que te quieres cargar a tan singular personaje para que no anda como loco por el mundo? Porque un yunque, es mucho yunque de dios, y de esa se recuperan pocos.

Mucha salud a prueba de yunques

Rick dijo...

Lo mismo digo: ya puede ser el yelmo de buena calidad, porque si no igual nuestro héroe acaba en el otro barrio. Mira que son brutos los lugareños...

Chafardero dijo...

Bueno, nuestro caballero está hecho de una pasta especial, sino no se hubiera metido a fatigar caminos y socorrer menesterosos.

Chafardero dijo...

En aquellos tiempos no se andaban con chiquitas, mirá en el Buscón cómo las gastaban. Y Flequillo mantendrá impasible el ademán... más o menos.