Vivimos en un mundo con prisas, con el tiempo
tasado: ocho horas de sueño, ocho trabajando y ocho viendo series. Este formato
televisivo que antes gozaba del mismo prestigio que la carta de ajuste lleva
unos años campando por sus respetos hasta el punto de que raro es el día que no
estrenan nuevo culebrón de tropecientos episodios. Ya no eres guay si no sigues
al menos docena y media de estos engendros catódicos, que gracias a las nuevas
plataformas puedes consumir en cómodas dosis hasta enloquecer. Cada mes nos
informan de las cuarenta series recién paridas que no puedes dejar de ver, que
se suman a las que ya venías arrastrando. Antes para dártelas de rarito y
enterado presumías de algún oscuro grupo de nu metal de Baltimore o aquel grupo
indie tan cuco de Villarobledo. Ahora toca mirar por encima del hombro al
desgraciado que no conoce el nombre del prota de esa serie neozelandesa sobre
babosas zombis con problemas de autoestima, o no sigue la carrera del director
de la serie britis de culto en la que unos skates anarquistas luchan contra los
expendedores de snacks adulterados. Por supuesto, si se te ocurre confesar que
sigues Aquí no hay quien viva o cualquier otro bodriete patrio serás expulsado
a las tinieblas exteriores.
El caso es que hay teleadictos tan
enganchados que no dan abasto a visionar toda la sarta de series, hasta el
punto en que empiezan a reportarse casos de gente que ve los episodios a una
velocidad de 1,5x y 2x. Sí, al doble de velocidad, que tragarse siete temporadas
y setenta horas de urgencias hospitalarias aderezadas con gilipollas con
problemas de socialización, o de ciberpolis resolviendo casos a golpe de tecla
mientras superan traumas de instituto requiere un tiempo del que no se dispone,
de ahí que aceleren el reproductor, se salten los tiempos muertos, subtramas y arcos
argumentales que solo están de relleno. Lo importante es decir que la has visto
antes que nadie, a poder ser en versión original, soltar alguna parida sobre el
uso de la elipsis en el episodio piloto, o criticar el diseño de vestuario de
la tercera temporada.
Nosotros estamos con los clásicos, lo bueno
si breve dos veces bueno, y no cuentes en cinco temporadas lo que puedes contar
en cinco capítulos. Pero hay que sacar los cuartos a la peña, marear la perdiz y
vender el mismo pescado diez veces. Normal que la gente acelere para acabar
antes. Una lástima que esa opción no estuviera disponible cuando emitieron
Marco, que así hubiera encontrado a su madre en la mitad de tiempo y nos
hubiéramos ahorrado muchos disgustos.
7 comentarios:
Llevo años sin ver ninguna serie, así que definitivamente mi vida está al margen del bien y del mal, no soy nadie en la modernez de los que saben lo que se lleva... así que no puedo aportar mucho a tu entrada llena de humor salvo sonreír.
Imagino que por lo general será cosa de la edad, pero yo ya me aburrí hace tiempo. De pequeño me gustaban las series de casi todos los temas; luego pasaron unos cuantos años en que casi no veía la televisión, hasta que tienes hijos pequeños y te vuelves casero: ahí llegó "Twin Peaks", que fue una revolución al principìo y un coñazo luego. Es entonces cuando ves la diferencia entre las series que van hiladas capítulo a capítulo y las que van libres (imagino que son las que llaman "sit com" los enterados: las primeras a mí ya se me hacen insoportables, y las segundas me dan igual. Mis hijas ya son mayores, ya he vuelto a apagar la televisión.
No me vas a convencer, no. Los seriofilos como yo no necesitamos presumir de nuestra condición ni sentirnos mejores porque nos gusta ver series.
Hay un esnobismo en ver series y creerte que eres guay por ello, pero también hay un esnobismo en ir por la vida de desenganchado de las cosas que le gustan a la mayoría.
Esa necesidad de sentirse superiores porque uno no hace lo que hace el resto: no lee las noticias, no ve la televisión ni las series, no está en redes sociales, no participa en definitiva en las actividades de la gente común, es un recurso muy viejo pero que ya no me dice nada porque habiendo gente que lo hace de verdad, hay más que presumen de hacerlo.
Es decir que hay mucho cuento y ganas de hacer morritos de asco para que se vea que son gente con mejor gusto. Sobre todo que se vea.
La instalación en una burbuja de autocomplacencia y soberbia, de sentirse superior y al margen, de ir de erudito a la violeta como decían los antiguos, de ser un apocalíptico para no ser integrado como escribía en los sesenta Umberto Eco revela que el clasismo, el elitismo y cierta necesidad de vivir ha penetrado en todos los sectores sociales.
Te dejo porque voy a ver el capítulo del miércoles de Fariña, que ayer vi el de Homeland y el martes el de Walking Dead. También estoy viendo una excelente serie inglesa que se llama Call of Duty, sobre la corrupción en la policía británica y va por la tercera temporada. Luego hay una serie documental que estoy viendo sobre cuando los partidarios de Osho, el santón budista, ocuparon un pueblo de Oregon y netre unos y otros montaron las de dios.
En fin, soy un integrado que le vamos a hacer.
@ U-Topia:
El no tener el vicio de las series te va a liberar mucho tiempo, que bien puedes dedicar a leer, que cunde mucho más.
@ Rick:
pues la estructura de las sit com me parece la más adecuada para la serie: episodios autoconclusivos sobre la vida de un personaje. Pero un argumento cerrado que se va alargando indefinidamente es para mí aburrido y plomizo.
@ doctor Krapp:
de acuerdo contigo en lo del esnobismo en las dos direcciones. Yo sigo alguna serie, y son un producto interesante y que ha mejorado mucho ultimamente. Pero tragarme horas de episodios a saco me parece una locura, pasarse un finde entero para ver temporadas entereras del tirón me parece un dislate. A pesar de que la gente gasta su tiempo como quiere no lo entiendo.
http://www.jotdown.es/2018/04/borra-esa-sonrisa-de-tu-cara-no-tener-cuenta-en-facebook-no-te-salva-de-que-tengan-tu-perfil/
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