—Buen mozo,
gracias mil por librarnos de esos atorrantes —le dijo Fuensanta a Bernal en un
aparte.
—Seguro que si
no llegamos nosotros los hubierais toreado de cualquier manera, que se os ve
muy mañosas —díjole Bernal.
—Esta vez nos
tenían acogotadas. La avaricia de mi tía hizo que mucho trapicheáramos en
Peralejos y casi lo pagamos con el pellejo.
—A ver si os
vale de lección y no volvéis a tentar a la suerte.
—En fin, no sé
como agradeceros vuestro auxilio, pero si os venís detrás de aquel seto, puedo
enseñaros las artes que se gastan las odaliscas del gran sultán de
Constantinopla.
—Pues mira por
donde, moza, que siempre he querido saber cómo matan el tiempo por aquellos
lares —y sin más ni más tras el seto desaparecieron.
—Mire,
caballero del Flequillo, ser mujer en los días que corren requiere echar mano
de todas las triquiñuelas que una pueda, que este mundo lo gobierna la fuerza
bruta, contra la cual poco podemos nosotras. Quizás a veces se me vaya la mano,
pero otras me dan de tortas, así que vaya lo comido por lo servido y lo que
entra por lo que sale —se sinceró Fuenseca.
—Es usted muy
sentenciosa, pero vea que la pueden sentenciar en uno de estos lances, que no
siempre ha de aparecer un caballero en su socorro.
—Bien lo sé,
pero es nuestro sino. Y para que vea que nuestras boticas no son un engañabobos
y en pago por tan bien servirnos, quiero darle este bálsamo que le sacará de
más de un mal paso.
—¿Y para qué
sirve?
—Es el famoso
Vulcachotas.
—¿Vulcachotas?
—Tras tomar
una sola gota sentirá subir por su pecho la fuerza de una manada de toros, no
habrá obstáculo que se le resista ni caballero que le tosa.
—Mucho le
agradezco este presente, señora, y aunque espero no flaquear para no tener que
echar mano de él, bien viene llevarlo encima, no fueran a salirme al quite
magos malandrines o trasgos amancebados con los que mi Flameada sola no
bastara.
—Pues con sola
una gota no quedará mago con miga a su alrededor, se lo aseguro. Esto es para
que vea que soy bien nacida y agradecida, y al que bien me hace bien le hago.
Un rato
después, tras estos y otros parabienes, Flequillo Flojo y Bernal partieron
dejando a las mujeres seguir su camino, contentos pues aquella aventura
habíales reportado a los dos muchas alegrías.
—Nada hay,
Bernal amigo, como repartir justicia y dar razón a quien la hubiere, que en eso
el mundo se adereza más a los deseos de la gente que por el transita.
—Cuánta razón
tiene su merced, que por este mundo anda gente de toda condición, como por
ejemplo las odaliscas del gran turco, que saben cosas que a las cristianas ni
se les ocurren, válgame Eolo que todo lo mueve, cómo se mueven.
4 comentarios:
Bien está lo que bien acaba; sobre todo en el caso de Bernal, que ha tenido premio instantáneo. Ahora, con lo del Vulcachotas no sé qué pensar. Miedo me da ese tipo de elixires tan espitosos...
Creo que te había puesto un comentario hace días pero debió fallar la publicación. La cosa iba de que esa pócima Vulcachotas que nombras podría ser un antecedente de la famosa Viagra a la que tanto elogian los señores que han hecho uso de ella.
Lo importante es que todo acaba bien y a gusto de la concurrencia.
Así es, que andando la historia Flequillo Flojo catará el bebedizo y hará trizas al mismísimo Bragadragón, bicho apestoso donde la haya
Para el coitus miserere también tienen remedio nuestras celestinas, que son muy industriosas ellas
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