Pasaron las semanas y la morena vestida de negro parecía que se la había tragado la tierra. No volvió por el bar, no la vi por la calle, nadie supo darme razón. Quizás hubiera escapado un rato de una peli de Chucky, o fuera una semidiosa de World of Warcraft de paso por el barrio. Al principio estaba dispuesto a buscarla en Groenlandia, en Perú o en los anillos de Saturno. Luego fui dejando pasar la cosa, como me suele ocurrir.
El cuerpo es sabio, y más el mío, y gracias a él me reencontré con Paki. También se lo debo a Marisol y a sus callos picantes, que despertaron mis almorranas de tal manera que no me daban cuartelillo ni de día ni de noche. Tuve que ir al médico y en el centro de salud estaba ella. Nada más verla en la sala de espera me sentí igual que una cabeza tractora de mil caballos subiendo escaleras arriba. Pensé en qué haría mi adorado Harry el Sucio si se viera en otra igual, saqué toda la artillería y me senté a su lado. Visto lo frío que fue nuestro primer encuentro no lo mencioné ni ella parecía recordarlo.
Puse la mirada de sobrado que tanto resultado me había dado otras veces, en plan si te vienes conmigo tía no necesitarás volver a actualizar el antivirus. Lo de qué hace una chica como tú en un ambulatorio como este la pilló desprevenida, cuando le dije que me gustaba el toque vintage de su camiseta con el tío Creepy siguió en sus trece. Luego le hablé de Freddy Krueger y de La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos, que viera que controlaba los clásicos. Su escote dejaba ver una calavera tatuada en el canalillo, llevaba piercing en la lengua y la nariz, y una cadena marcaba su cintura con elegancia de ferretería. Nunca he sido muy del gremio, pero más vale ser heavy que maricón de playa. Al principio me miraba con ganas de bailar sobre mi tumba, luego me siguió el rollo al confesarle que me sabía capítulos de carrerilla del Señor de los anillos. Cuando parecía que la llevaba a mi terreno llegó mi turno y fui a la consulta del médico a confesarle mis problemas más íntimos. Pero al salir seguía allí, y supe tocar la tecla adecuada: la invité a una birra. Tras pasar ella por manos del matasanos cayó en las mías. La tía era una esponja, y bien empapada de cerveza se fue soltando. Le gustaba lo paranormal, los demonios, los orcos, los arcanos, Black Sabbath y las palabras exóticas, y medio dejó caer algún desengaño sentimental. Después de pasarme toda la tarde financiándola botellín tras botellín conseguí su móvil, y al despedirnos me dedicó un eructo cervecero en el que iba implícito cierta complicidad. La semana siguiente la sometí a un bombardeo de emoticonos diabólicos, citas del Necronomicon, videos de casquería fina y esta labia que me caracteriza a jornada completa, hasta que conseguí una cita con ella.
8 comentarios:
Bueno. Es posible que al final caiga, pero el sufrido protagonista debería llevar la cuenta de cuánto lleva gastado en botellines; y que la cosa no pase a mayores, léase cubatas o similares. Hay veces en que el beneficio no compensa el gasto.
Perdona que te lo diga pero tu personaje es un poco friki y que conste que sé de callos y de almorranas.
Yo,cambiaba de chica. Las fijaciones por algien o algo, salen muy caras y no están los tiempos para un descalabro económico de birras. Por otra parte,la charlesta con mascarilla es una pérdida de tiempo. Me explico: dices,dices,y se te entiende la mitad y mal.Consejo:buscate otra más buena y vuélvete a "enamorá"
Siempre me han parecido muy sexys las salas de espera de Urología. Dan para muchas fantasías.
Creo que recuperará la inversión con creces, Tichi es una mente fría y calculadora... o eso cree.
Mi intención era que fuera muy friki, con almorranas o sin ellas
Está historia es de aquella lejana época en que no hacía falta mascarilla. Lo del consejo a lo Carrá es algo que Tichi practica con frecuencia, pero Paki es mucha Paki
Son lugares donde la testosterona se mueve inquieta
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