Al fin salió el tal Cutter travestido de Elvis, sin música ni acompañamiento alguno aparte del colocón que llevaba y que le hacía ir dando bandazos camino del escenario. Vestía un mono de licra lleno de tachuelas y lentejuelas, de los que se ponía Presley cuando ya estaba acabado, gigantescas gafas de sol, patillas de hacha y tupé. Iba todo puesto y no se le entendieron las escusas que dio. Pegó un traspié que casi acaba con el recital antes de empezar, pero cuando sonó el primer tema se transformó y todo el mundo en el garito se puso a bailar el rock.
No puedo decir cómo las gastaba el Elvis de verdad, pero el de pega tenía pegada. Mis amigas estaban con la boca abierta. Yo misma, que no suelo llevarme por tipos de esos, estaba impresionada. Era todo un empotrador. Micrófono en mano estaba poseído por la música, un instinto animal animaba su voz que rompía la barrera del sonido haciendo que todo ardiera alrededor. Con las piernas abiertas sobre el escenario parecía que la tierra entera giraba bajo sus pies, sus caderas se agitaban con urgente locura, en su presencia te invadía la sed. Dominaba el escenario con arrogancia y chulería, pero aun así conectaba con la afición, pues la tribu roquer le jaleaba y bailaba enloquecida. Su voz poderosa los mantenía en una continua descarga de furor. Canción a canción, yo y los demás nos dejamos llevar por el desbocado ritmo huracanado hasta un lugar donde las trabas y barreras desaparecían y solo bailar era lo importante. Cutter gozaba de una jurisdicción especial, sin tasas ni trámites mordía muy dentro de mí hasta hacerme sentir viva como nunca.
Lourdes y Maika pronto se colocaron en primera fila dispuestas a mostrar todos sus encantos al Elvis revivido. Sabía que era su complejo de inferioridad lo que las ponía así, su miedo a que las superase. Pero yo no estaba en esa carrera, consciente de que jugaba en otra liga. Maika era de las obsesionadas con los tíos buenos, Lourdes en cambio quería uno con posibles que la retirara. Yo buscaba un hombre capaz de darme la réplica, y el que hacía temblar el suelo del escenario podía ser uno. A la cuarta canción se quitó las gafas y unos ojos oscuros y mirada embriagada salieron a escena. Qué bueno estaba el condenado. La música para mí solo había tenido una importancia ocasional, el catalizador en fiestas o actos sociales, pero ver a aquel macho vestido de embajador galáctico mientras soltaba trallazos envueltos en la socarrona lascivia que emanaba, hacía que fuera perdiendo el control, que mis pies se movieran sin mi consentimiento. Ante aquel motor a feromonas de propulsión a chorro no podía pensar, solo seguirle con todo mi cuerpo mientras agitaba sus caderas, el tupé reverberaba entre los focos, sus labios besaban el micro y todo él rebosaba una apremiante lujuria.
Mis amigas se contoneaban sin control, yo intentaba ser un poco más discreta, que el resto del público no nos quitaba ojo. Elvis pronto hizo una composición de lugar y se dejaba caer por nuestro lado con su cuerpo perlado de sudor. Desde arriba tendría una vista inmejorable del escote de Maika, y Lourdes se lo follaba con los ojos. Los demás intentaban arrimar la cebolleta, aunque nosotras solo teníamos ojos para la rock star.
Acabó el concierto y no podía más. No me creía que unas canciones que había escuchado mil veces sin especial interés, en boca de nuestro Elvis particular cobraran una presencia tan sofocante y arrasadora. Cuando la estrella bajó del escenario todos fueron a por él: los tíos a felicitarlo, las tías a besarlo. Cutter jadeaba contento. Como no me veía en el papel de fan enloquecida perdiendo el juicio por sus favores, aproveché el receso para acercarme a la barra pues estaba seca. Allí Efe me informó de que había sido uno de los mejores conciertos que le recordaba al rey, estaba especialmente motivado. Las chicas se quedaron en las inmediaciones del cantante con intención de intimar con él. Poco después vi como Maika ya le contaba cosas al oído, la perra de ella no perdía el tiempo.
Siguieron pinchando piezas de rock clásico y me dejé llevar por el recién descubierto género sola en la barra, mientras despachaba como podía las entradas de tipos con varias capas de brillantina y peine en el bolsillo del pantalón. Al rato sentí una mano en mi hombro, me giré y era Elvis Cutter en persona.
−Hola, muñeca, ¿estás sola?
Yo miré a derecha e izquierda como intentando ver si había alguien y dije:
−Parece que sí. Mis amigas andan tras un clon de Elvis.
−No, solo querían que les firmara un autógrafo.
− ¿Dónde?
−Eso es secreto profesional, nena. Pero dime cómo te llamas.
−Blanca.
−Baby, ¿quieres una copa?
−Quiero, quiero –dije con un hilillo de voz mientras sus labios se posaban en mis mejillas. Sobre el escenario resultaba magnético, pero frente a frente era imponente. Alto y fornido, con un mirar dulce y fijo tras el que se agitaba algo confuso.
− ¿Vienes mucho por aquí? –preguntó mientras ponía una copa de champán en mis manos y él le pegaba un trago a un güisqui a palo seco.
−Hasta ahora no.
− ¿Qué te ha parecido el concierto?
−Has estado magnífico.
−Gracias, sugar. También sé dar serenatas a la luz de la luna.
− ¿Es una proposición?
−Pero totalmente honesta.
−Eso se lo dirás a todas.
−No te creas, la mayoría de las veces son deshonestas.
−El rey debe dar ejemplo a sus súbditos.
− ¿Así? –y me besó sin previo aviso. No me creía que semejante hombre tuviera unos labios tan suaves. Me lancé a por su boca que sabía a bourbon y a tabaco, fui tras sus labios que al sonreír parecían florecer entre las patillas y el tupé. Me cogió por la cintura y bailamos el tema que sonaba mientras me lo canturreaba al oído. De vez en cuando agitaba las caderas y pensaba que una ola iba a llevarme por delante. Especialista en besos, me hizo una peritación tan a fondo que temí acabar embargada y que todos mis activos se fueran tras él. Me tentaba la idea de depositar todo mi patrimonio en sus manos, que me auditara sin descanso y que solo dejara a beneficio de inventario mi boca rendida y cautiva.
6 comentarios:
Si es que el rock and roll tiene mucho gancho si se sabe utlizar convenientemente...
No me extraña que los puritanos yankis de los años 50, lo bautizasen como la música del demonio: a la protagonista ya la ha poseído antes de pasar a mayores.
Te has lucido con ese colofón final. Para que luego digan que la decadencia no es atractiva y sexy.
Me has dejado pallá con ese sublime final.
@ Rick:
El rock siempre ha tenido un carácter transgresor, lo que han utilizado muchos para convertirlo en insufrible.
@ Doctor Krapp:
Gracias, y al prota todavía le quedan nuevos niveles de decadencia que habitar.
@ U-Topia:
Gracias, espero te guste lo que sigue.
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