lunes, 17 de mayo de 2021

Él vive (III)

−Bueno, nos vamos ya, que aquí no hay nada que hacer –vino a decirme Maika con cara de enfado dando la espalda a Cutter.

−Yo me quedo –repliqué sin mirarla, colgada del cuello de Elvis mientras las lentejuelas chisporroteaban sobre su pecho. Como fuera que Lourdes en ese momento estaba hablando con el guitarrista, más relajado tras el bolo, tuvo que aguantarse, aunque la comían los demonios.

− ¿Y tú de dónde vienes?

−De Rocker City.

− ¿Y por dónde cae, por Cuenca?

−En el profundo sur, ¿quieres que te lleve?

− ¿En moto de paquete?

−En Cadillac descapotable, bajo las estrellas, navegando la noche. –Además era romántico, lo que no le impedía clavar los ojos en mis tetas y que sus labios me sorbieran el sentido. Creía que se me había pasado el plazo para solicitar tíos interesantes, pero allí estaba ante su boca, fruta prohibida cuyo rebosante sabor me hacía olvidar las noches perdidas oyendo las quejas de hombres hechos y derechos sobre lo que rascan las toallas de los gimnasios o las múltiples formas de cortar el pepino para hacer un gintonic. Colgada de los hombros de Jonhny Cutter, haciendo de satélite de aquel astro radiante, creí que por fin había dado con el hombre adecuado. Me podría perder en su pecho estrellado y dejar que su brillo me inundara toda.

Estaba perdiendo el juicio en audiencia pública, todo el bar se había quedado con nosotros, sobre todo Maika, que no podía entender que el rey del rock prefiriera mí inteligencia a sus tetas. Cuando dos roqueros entrados en años y en kilos la quisieron invitar a una cerveza estalló en gritos e insultos. No se cortaron y la mandaron a tomar por culo. Nosotros nos escabullimos a tomar algo al fondo del local, al abrigo de tantas miradas y de las iras de mi colega.

El rincón no recordaba desde luego a Graceland, pero este Elvis era capaz de hacer un nidito de amor hasta enfrente del lavabo de caballeros. No se puede tener todo, un macizo en tus brazos y además en un marco incomparable. Tiempo habría, ahora lo que procedía era lo que tenía entre manos. Bailamos juntitos mientras me acariciaba la espalda y aspiraba su olor a cuero y regaliz, a humo y sudor. Me pegué a él mientras me cantaba Heartbreak Hotel con voz aguardentosa, embriagada por un tipo sombrío y drogado, canalla y caballero. Luego sacó la artillería pesada: Love Me Tender al oído. Empequeñecía mientras su voz abrasaba lentamente mi oreja y sus labios dibujaban la curva exacta de mi cuello. La respiración se me entrecortaba y el pulso trepidaba en mis sienes. Mis pezones despertaron avasallados por el poderío de Johnny, que medio en volandas me llevaba pegada a él.   Un goloso vértigo me hacía flotar al sentir su duro vientre contra el mío. El olor de un hombre forjado en los límites de la madrugada quería echar raíces en mi piel, despeinarme con su fragancia. Estaba lista para sentencia, dispuesta a pechar con lo que mi juez alto y moreno tuviera a bien imponerme.

Tras susurrarme aquella balada Johnny dejó de lado el romanticismo y procedió a meterme mano a dos manos. Seguía endosándome unos besos que me enajenaban, pero se puso muy sobón. Tuve que pararle porque quería soltarme el suje. Aun así, me pegó un pellizco en un pezón que me hizo gritar y no de placer. Sentía su paquete duro contra mí, su mano se había pegado a mi culo, y no para sopesar la calidad de la tela precisamente. En una de ésas tiró con todas sus fuerzas del tanga hacia arriba hasta estrujarme el chocho, mientras me mordía la boca con rabia loca y me daba un abrazo de oso; todos mis huesos rechinaron. Yo iba muy caliente, y ya veía al vivo de mi acompañante cargando la espoleta del misil que guardaba en la entrepierna, pero por mucho que me pusiera no me iba a ir a la cama con él a la primera de cambio. Necesito más tiempo, necesito conocer más a un tío para poder acostarme con él. No era el caso de Elvis, que me propuso montárnoslo en el wáter, cuyas oleadas de ácido úrico cada vez que alguien entraba no invitaban a nada que no fuera huir de allí. Intenté razonar, explicarle que me ponía mucho pero que era muy precipitado todo, pero el insistía, venga, sugar, que te voy a subir a las estrellas y cosas así que dichas por esa boquita no resultaban ridículas. Pero ya fuera el rey del rock o el príncipe del pasodoble no me iba a quitar las bragas la primera noche, y menos en un wáter guarro. Se puso pesado, la coca y el bourbon empezaban a pasarle factura, e insistió de malos modos. De pronto vi a un borracho baboso intentando hacérselo conmigo a toda costa, todo el glamour se evaporó entre sus eructos que olían a lanzallamas gripado. Insistió en ponerme a cuatro patas en el retrete y lindezas parecidas. Me enfadó de verdad su vulgaridad y temí que con el ciego que llevaba acabara haciendo alguna chorrada, así que le dije que tenía que preguntarles una cosa a mis amigas y le deje con dos palmos de narices. Lourdes ya había acabado de sondear la capacidad adquisitiva del guitarrista, muy baja para sus aspiraciones, y no puso objeciones a que nos largáramos del Jambalaya. Maika no pudo disimular una sonrisa al ver cómo había acabado lo mío con la rock star de pega, mientras yo intentaba quitarme de la cabeza aquellos ojos borrachos que miraban sin ver. De vuelta a casa Maika me acusó de haberle levantado el rollito con Johnny, todo para ti, maja, le dije zanjando la discusión, o eso creía.


 

6 comentarios:

Rick dijo...

Es curioso: ¿la prota no sabía a lo que se enfrentaba? Pues es el abecé en este tipo de situaciones, todo el mundo sabe que las figuras del espectáculo van a lo que van, por derecho, sin miramientos.

Esta chica sabrá mucho de leyes, pero del rock and roll y sus criaturas zafias y depravadas está visto que no ha oído mucho...

Doctor Krapp dijo...

Cenicienta cuando vuelve a casa ve como la carroza se convierte en calabaza.

Rodión dijo...

He leído la segunda y esta tercera parte seguidas. Consigues transmitir bien los diferentes momentos de la noche para la protagonista: desde la aventura a la vorágine y finalmente la marcha atrás. Los perfiles también están conseguidos, y la antipática voz de la protagonista, con esa superioridad sobre sus amigas y todo bicho viviente a un kilómetro a la redonda, se vuelve más humana. En cuanto al Elvis, ha perdido la batalla por no haber analizado bien a su conquista; será la coca...

Chafardero dijo...

@ Rick:
Como ves, está haciendo un curso intensivo de psicología roquera.

Chafardero dijo...

@ doctor Krapp:
Después de darle calabazas a una reencarnación de Elvis nada menos

Chafardero dijo...

@ Rodión:
Creo que estos tipos tampoco necesitan mucha estrategia con la lista de espera que tienen.