lunes, 16 de mayo de 2022

Morir a lo tonto


 

La vida nos da muchas ocasiones para morirnos, unas más chuscas que otras. Todos acabaremos en el hoyo, pero los que quedan en el bollo pueden recordarte por aquel ridículo final que protagonizaste. Morir en una avalancha de las rebajas, aferrado a un polo Tommy Hilfiger al cuarenta por ciento, o luchando a brazo partido para aprovisionarse de papel del culo, son dramas que pueden dar al traste con cualquier consumidor, por muy adiestrado que esté por la OCU. También te puede laminar un camión sin frenos cuando sales del bar, engrosar las estadísticas de algún virus de diseño, intoxicarse con unas ostras en oferta, o respirar hondo cerca de una freidora, por no hablar de riesgo de ictus que acarrean las melonadas de Macarena Olona.

Todas estas y más son tristes maneras de dejar este mundo. Después están las que uno se va buscando y son igual de patéticas, como los deportistas extremos. Leímos hace poco que uno de los participantes en el Marathon des Sables había muerto de un infarto. Esta carrera de locos cruza doscientos cincuenta kilómetros de desierto del Sahara en siete días, y presume de ser la más dura del mundo. Que se lo pregunten al que palmó en medio de las dunas. Que les pregunten a los lugareños al ver corretear entre las arenas una manada de europeos, seguro que sus penalidades diarias les parecen más llevaderas.

Practicar deporte de manera moderada es sana. El abuso mata o te destroza el cuerpo. Poca pena dan los que acaban estampados contra un acantilado en un salto Base, los que se dejan los higadillos monte arriba monte abajo, o los que escalan fachadas porque subir por la escalera es de pringados. Poco cariño le tienen a sus vidas, y no vamos a preocuparnos por las desgracias buscadas de estos adictos a la adrenalina. Con lo bien que se está a la sombra en una terraza.

10 comentarios:

Rick dijo...

El caso es que no está muy claro si este tipo de perspnajes son suicidas en potencia o, al revés, se creen que a ellos no les va a pasar nada nunca... ¿por qué? ¿Porque son europeos?, ¿porque en su estructura mental ese tipo de cosas tan ordinarias como la muerte por accidente no les puede pasar a ellos?

No sé. Puestos así casi son más lógicos los ingleses descerebrados del puenting en las Baleares, que primero se han puesto a gusto antes de tirarse.

Un cuadro, todo.

U-topia dijo...

Ya lo has titulado bien: morir a lo tonto.

Doctor Krapp dijo...

Hace tiempo que en esta temática de los deportes extremos me llama la atención sobremanera, la extracción social de quien los práctica salvando quizás el montañismo.
Casi todos ellos pertenecen a la clase más adinerada y suelen ser los niños bien de la casa. No estoy pensando en la vela, ahora que Juanca ha vuelto a casa, que es un deporte más accesible pero si miras a los que se montan en globo, van al Polo Norte o como el amigo quieren escapar al espacio exterior tienen algo en común: las pelas o el pedigrí.

Rodión dijo...

Yo rompo una lanza a favor del finado porque quizá estáis siendo un poco duros...

Desde luego, ese tipo de actividades implican un riesgo, y la tolerancia que tenemos con el riesgo ajeno depende de muchas cosas, algunas simplemente culturales. En mi caso, intento tener en cuenta sobre todo la responsabilidad moral de cada cual con respecto a terceras personas (por ejemplo, equipos de salvamento). Todos asumimos riesgos en el día a día, y el límite de lo sensato o lo insensato es discutible y relativo a cada actividad. Hace treinta o cuarenta años era natural para muchos conductores no llevar cinturón de seguridad, y no por ello eran suicidas potenciales; hoy, no llevar cinturón es insensato, igual que escribir por el móvil o no prestar la debida atención.

A mí me cuesta entender por ejemplo el riesgo que asumen los llamados ''rooftoppings'', que se sacan fotos escalando ilegalmente rascacielos urbanos, sin cuerda. Cualquier escalador responsable emplea tiempo en aprender a asegurarse y no arriesgar más de lo necesario. Hay actividades arriesgadas que, aun siendo ajenas para mucha gente, aportan algo a la experiencia de quienes lo practican, lo cual es comprensible. Es un tema que nunca ha dejado de ser controvertido.

Chafardero dijo...

@ Rick:
Y lo del balconing te destroza el cuerpo si sale mal, pero estos se lo destrozan aunque no palmen en la carrera

Chafardero dijo...

@ U-Topia:
La pena es que el número de tontos va en aumento.

Chafardero dijo...

@ doctor Krapp:
La vela creo que está al alcance de cualquiera. Fíjate en el emérito, un simple jubilado que ha sabido hacer sus economías y ahorrado cuando debía, ahora se puede permitir el capricho de una regatita de vez en cuando.

Chafardero dijo...

@ Rodión:
Tengo amigos que les gusta correr, genera endorfinas que enganchan a esa actividad, y a mí pues muy bien, de lo suyo gastan. Pero llevar una actividasd al límite, en vez de subir corriendo al monte de en frente de tu casa cruzar el desierto del Gobi, es lo que me parece desmesurado.

Rodión dijo...

Estoy de acuerdo en lo esencial: desde luego, es desmesurado. Y poco recomendable. Esta carrera por el desierto, por pillarnos tan lejos, nos suena más extravagante que otras prácticas, pero a su modo también es desmesurado el ciclismo profesional como práctica mantenida a lo largo de los años, por ejemplo, y la asumimos más fácilmente.

Por eso quería, simplemente, relativizar un poco el asunto. Me cuesta juzgar a alguien que, asumiendo riesgos, sufre un accidente. Otra cosa son otros tipos de irresponsabilidad, pero en fin, me dejo de rollos...

Chafardero dijo...

En general, el deporte profesional destroza el cuerpo, no hay más que ver cómo envejecen los deportistas de élite. Pero mejor lo dejamos pasar que me enciendo